miércoles, 4 de junio de 2014

MEDIAGUA


Excelencia visual en pro de un discurso local



Mediagua es el montaje más galardonado de la compañía porteña, Teatro La Peste. Luego de ser ganadores del premio a mejor dirección en el Festival de Dirección Teatral de la Universidad de Chile, versión 2013, regresan este año a la cartelera porteña, oportunidad en que al fin pude calmar la intriga por conocer este montaje.
Desde el comienzo del espectáculo se está ante una experiencia seductora, ya que antes de entrar a la sala, recibimos las indicaciones del director, Danilo Llanos, como quien abre una exposición de arte, “usted puede observar la estructura desde el ángulo que desee” y en una señal de delimitación del suelo, nos indica hasta dónde podemos acercarnos. La indicación también es que una vez que se enciende la luz sobre las butacas es momento de tomar asiento. Antes de eso uno es libre de observar desde cualquier lugar, caminando alrededor de la estructura, deteniéndose en una situación u otra, libremente. Dicha estructura es claramente una mediagua, con una familia dentro: una madre y sus tres hijos. En este recorrido se van reconociendo las relaciones entre cada uno de ellos, además de sus características personales. Es muy interesante lo que genera este recorrido espectáculo, porque por una parte está el elenco (Katherine López, Fernando Mena, Daniella Misle y Ximena Flores) interpretando una situación particular de esta familia, y por otra nos tenemos a nosotros mismos observando dicha situación, como un especie de doble del teatro, o teatro y su doble… Es una experiencia muy particular, porque tampoco es lo mismo que apreciar una pieza de arte inerte, ya que en ella hay personas, actores. Con el valor agregado de que lo que se está llevando a escena es una situación que muy pocos o ninguno de los que está en el público (al menos no en la función que yo presencié) jamás ha vivido: Una familia viviendo en el reducido espacio de una Mediagua, con las verdaderas longitudes, casi como dejando testimonio de una realidad periférica, cerro alto, marginal. Deteniéndose unos segundos, uno puede imaginar lo que pudieron ser en su momento los zoológicos humanos, viendo como otros seres humanos viven en un espacio tan reducido, sus condiciones, las relaciones, los artefactos, el decorado, un trozo del cerro recordado y expuesto ante una serie de ojos curiosos por descubrir de donde viene una voz, un ruido, un decorado, el plasma es lo más grande, las ventanas sin vidrio, la madera y la música a la usanza reconocible. A tal punto me intrigó este momento, que no pude hacer otra cosa, que desobedecer las indicaciones del director, para dirigirme antes de tiempo a las butacas para disfrutar del espectáculo doble.
Teatro La Peste se caracteriza por trabajar desde una orientación claramente política, del principio al presente, siempre sus montajes están cargados de un discurso y denuncia directos en pro de instruir, informar y cuestionar la realidad político-social de nuestro país, o singularmente, la de Valparaíso. Sin embargo en el caso particular de Mediagua, hay una búsqueda espacial que se encuentra, de alguna manera, con una visión estética del discurso esencial de esta compañía porteña. Cabe destacar que la noción político escénica del grupo dirigido por Danilo Llanos, tiene algunas similitudes con lo que hizo Piscator en su tiempo, por nombrar uno de los referentes más reconocibles, no obstante ellos tienen su propia manera de realizar su teatro político, principalmente porque es muy local en lo que respecta a lenguaje, códigos socio-culturales y puesta en escena, definiendo así su propio lenguaje escénico.

Piscator, un precedente revelador y revolucionario

Rememorando el valioso legado del autor del Teatro Político, Erwin Piscator, y al estar alrededor de este doble espectáculo, donde todos giramos en función de la estructura/mediagua, aparece la imagen del escenario giratorio del director de la Volksbüne. Pero en este caso, el escenario no gira, pues el espectador es el que rodea constantemente la escena. Dos formas distintas de hacer que el público se impregne con la cercanía de las circunstancias que se representan. Es importante tomar en cuenta, que el teatro político que impulsó Erwin Piscator, no sólo tenía que ver con una revolución social que moviera una parte de la masa proletaria, si no que también tenía un  objetivo estético, dirigido hacia la búsqueda de un lenguaje escénico cimentado a la par con la revolución. En este sentido, destaca el trabajo de diseño escenográfico (Cristian Espinoza y Luis Felipe González), ya que por primera vez, desde que vi I love Valpo, veo en el trabajo de Teatro La Peste, lo políto entregándose además a través de la imagen visual. La injusticia, la magnitud de una problemática social marginal, se puede apreciar también a través de los elementos visuales, que sin ser necesariamente directos, permiten una sensible recepción del mensaje. El uso de proyecciones, es muy acertada y creativa en cuanto a su forma. La manera en que la estructura/mediagua se subdivide en espacios escénicos, los compartimientos tipo ventanas, en definitiva, el modo en cómo se transforma la indumentaria, es lo que dota a este montaje, de una admirable excelencia visual.

El problema de la verosimilitud entre poesía y marginalidad

Hay casos en que poesía y marginalidad dialogan de manera homogénea hacia la construcción de un discurso dramático. En tal caso el mérito se aloja en la dramaturgia. En Mediagua vemos ambos estilos de relato, sin embargo no se logra una real comunión entre ambos. Por el contrario, estamos ante una dramaturgia fragmentada entre el lenguaje poético de algunos textos, y la cotidianeidad de un lenguaje marginal. Esto mismo afecta en las actuaciones, que también se ven fragmentadas, entre el aspecto y el modo poblacional confusamente mezclado con textos demasiado formales para los personajes que se proponen. Quizá lo que falta en este caso, es distinguir con mayor claridad los momentos épicos de los momentos cotidianos, ya que la mezcla de ambos, le quita la verosimilitud que merecen estos personajes, que en general están correctamente construidos, pero a raíz de esto, pierden solidez.
El momento mejor resuelto actoralmente y que por consecuencia logra una recepción acertada, es el instante más absurdo de toda la obra. Este quiebre, situación nefasta que viven los personajes, entre las altas temperaturas, el aburrimiento y hacinamiento, llena de frescura y fluidez en pro del discurso. Este vuelco hacia el “otro lado” o hacia la clase alta, que propone Llanos, hace recordar la incesante sensación de que Chile hace más de cuatro décadas que está partido por la mitad. Es muy entretenido cómo desde el letargo de una calurosa tarde de verano sin panorama, se establece una estruendosa diferencia social, marcada por la posesión y obtención de bienes de consumo. Es muy interesante cómo a través de conocidos referentes musicales nos cuentan sobre la existencia de estos personajes, de manera histriónica, divertida y alucinante. El tiempo fuera del tiempo dentro de la obra, donde todo es posible, donde hay sorpresa, magia y reflexión interna, lo cual permite una entretención consciente.
Mediagua es una obra cercana a la localidad, a la realidad nacional, a la conciencia social, y esto es algo que siempre vemos en el trabajo escénico que realiza Teatro La Peste, pero que en esta oportunidad se distingue, por su grandeza visual que habla muy bien de la consolidación de un lenguaje estético hacia su propio teatro político.
L.C.


*Edición: Paz Francisca Soto


Compañía: Teatro La Peste
Obra: Mediagua
Dirección y dramaturgia: Danilo LLanos
Elenco: Katherine López, Fernando Mena, Daniella Misle, Ximena Flores.
Diseño escenográfico: Cristian Espinoza y Luis Felipe Gonzáles
Diseño de iluminación y coordinación técnica: Denis Duarte
Dispositivo Audiovisual y Diseño Gráfico: Felipe Montalva
Realización Escenográfica: Luis Felipe González, Miguel Alvayay
Diseño Sonoro: Nagasaki
Musicalización, arreglos, mezcla y grabación: Juan Pablo Martínez, Alejandro Lizama
Investigación: Carla Lizama
Fotografía: Miguel Alvayay
Disfusión: Daniel Labbé
Producción: Gabriela Arancibia

martes, 3 de junio de 2014

CICLO DE TEATRO EN PEQUEÑO FORMATO




El evento fue realizado en abril pasado en la Sala Negra de la Escuela de Teatro de la Universidad de Valparaíso con los montajes: Minifalda de Teatro La Musa y Muda-nza/un viaje sin correcciones de Raíz Teatro; ambas muestras fueron seleccionadas dentro del Festival de Teatro en Pequeño Formato Humberto Duvauchelle, organizado por estudiantes de Teatro de la Universidad de Playa Ancha, siendo seleccionados entre las tres mejores muestras de cada año (2012 y 2013 respectivamente).
El amor fue la temática que unió a las dos pequeñas obras, cada una abarcando el mismo tema, desde puntos de creación distantes, usando como punto de partida por una parte, el discurso, y por otra la puesta en escena.

La iniciativa de generar este 
tipo de instancias, donde el público está en presencia de una especie de varieté teatral, con el espacio para comentar entre una muestra y otra, como un pequeño evento social que abre la invitación al esparcimiento del fin de semana porteño, me parece interesante y destacable. Iniciativa plausible, que espero se siga repitiendo.






MUDA-NZA
Un viaje sin correcciones

Una poética de la introspección y metáfora escénica



Es complicado hablar desde la objetividad, sobre todo cuando parte de este trabajo me involucra emocional y creativamente ya que formo parte de la creación de textos en relación a una experiencia personal, pero a petición de Raíz Teatro, haré el intento.
Muda-nza/un viaje sin correcciones, es una metáfora en el amplio sentido del término. El diseño integral, la palabra, la musicalidad y la corporalidad de los actores, todo quiere decir algo más allá de la primera percepción, como metáfora, todo está en lugar de algo más, de otro significado o de muchos significados. Esto vuelve complejo el entendimiento del discurso por momentos, entre la densidad de la palabra y la simbología visual. Sin embargo es un trabajo muy sensible, desde la interpretación actoral y los extensos relatos o confesiones introspectivas, es decir hay una búsqueda humana que desde la dirección, de Francisco Rojas, ambiciona una recepción del público más emotiva que racional. Al presenciar el primer trabajo escénico de Raíz Teatro estamos ante una mezcla de poesía, cuerpo y lágrimas.
Este montaje cuenta con enérgicas y comprometidas interpretaciones tanto en las actuaciones de Natalia Silva y Braulio Verdejo, como en la ejecución de la música en vivo por Edison Argandoña.
Respecto a la iluminación, destacan la utilización de dispositivos como data show y diapositivas, lo cual contribuye favorablemente en la composición de la atmósfera y espacio escénico.
La estructura está dispuesta en base a dos monólogos internos, el de él (Braulio Verdejo) y el de ella (Natalia Silva). Una pareja de enamorados que puede ser cualquiera o todas las que han existido. No existen entonces personajes determinados en este montaje, el objetivo es otro: la identificación humana o dicho a la usanza clásica, la catarsis. Los intérpretes juegan un rol en pro de una historia que necesita ser contada, pudiendo ser real o ficticia, lo que importa aquí es la confesión, una introspección pública, por llamarlo de algún modo.
A pesar de lo extenso de algunos monólogos, la historia fluye y corre dolorosamente hacia el final, que ya conocemos desde el principio. En el fondo estamos en presencia de la tempestuosa separación de dos personas, en una especie de presente detenido, en el cual cada lado de la relación, expresa sus temores, pesares, recuerdos y alientos: todo aquello que les ocasiona separarse. Es por esta razón que considero que se trata de una introspección pública, lo que muchas veces sentimos, pero que pocas veces nos atrevemos a decir o a detenernos a escuchar.

Michel Gondry y el mundo onírico
Resulta imposible, en caso de conocer el film, no evocar  Eternal sunshine of the spotless mind, del cineasta francés Michel Gondry. Rescato en particular esta referencia, por la fuerte carga onírica en Muda-nza, sobre todo en el aspecto visual: cáscaras de naranja repartidas en el suelo, que además completan el paisaje que se proyecta constantemente: mar y arena. Entonces la iluminación cumple un rol trascendental en la puesta en escena, ya que a través de ella, muchas de las metáforas visuales se complementan, como es el caso de la arena y las cáscaras de naranja repartidas en el suelo: arena de naranjas o naranjas de arena, la media naranja, la playa, el horizonte, los cuerpos semidesnudos, las confesiones, la melancolía del mar, la soledad, los perros, un baño de mar que limpia y sana cualquier mal… etcétera. Una infinidad de signos, unos más claros que otros podemos desprender de este lenguaje escénico basado en una figura literaria como la metáfora.
Un texto del inicio dice “dejemos que la cinta corra…” una cinta de video o de música, o ambas sincrónicamente corren hacia el desenlace, como en un video clip. Es interesante esta búsqueda que se propone el director, desde el detalle cinematográfico, hacia la condición experiencial de la música en vivo, conviviendo armónicamente en la puesta en escena, y aunque recursos cinematográficos y musicales son parte importante de esta propuesta, no estamos frente a una pieza fílmica, estamos ante esta especie de paralización del tiempo, como un estado elevado de los personajes hacia la consolidación del fin. Vemos al actor, Braulio Verdejo, doblegado por una parte en el espacio proyectado y por otra in situ, un intento de mezclar lenguajes en pro de encontrar un lenguaje propio, hacia el encuentro de la propia poética de la introspección o de la metáfora escénica.

La difícil relación entre la poesía y el teatro
La poesía y el teatro son para mí dos formas de creación que disfruto ejercer. Una la practico desde hace más tiempo que la otra, sin embargo, por mi propia experiencia he llegado a la conclusión que la relación entre ambas muchas veces pareciese ser incompatible. Cuando un poema es escenificado, el significado semiótico suele ser tan amplio y a la vez tan particular que el director entiende una cosa, el actor interpreta otra y el espectador percibe otra más, entonces el mensaje siempre está en riesgo de sucumbir en la ambigüedad de sentido. Desde esta perspectiva el lenguaje o los códigos escénicos que se utilicen, deberían contribuir en la construcción de sentido en pro de la recepción del mensaje o del discurso. Lo mismo puede ocurrir en el caso contrario, cuando desde la escena se propone poetizar el diseño integral, entonces el texto que se utilice debería facilitar la recepción del mensaje o discurso. Es aún más dificultoso cuando además del diseño integral, el texto dramático también tiene fuertes rasgos líricos. Por esta razón el primer montaje de Raíz teatro propone una arriesgada y ambiciosa orientación del lenguaje escénico, ya que utilizan un espacio onírico, textos poéticos, imágenes simbólicas. Metáfora sobre metáfora, poesía sobre poesía. Es un viaje bellísimo, pero en la mitad se agota. Nos emocionamos hasta las lágrimas y después seguimos igual. Es en este punto en donde cae la propuesta, falta ese quiebre, o el factor sorpresa que distingue al teatro, esa magia que hace que nos olvidemos del cotidiano. El contraste entre lo real y lo ficticio, entre lo que reconocemos como cotidianeidad y lo inesperadamente mágico o irreal. Lo que da dinamismo en las escenificaciones, es precisamente este quiebre entre una cosa y otra. Es por esta razón que a pesar de la belleza y sensibilidad de Muda-nza, la apuesta que logra buenos resultados de la percepción emotiva, sigue siendo una apuesta que como recurso, se agota.
L.C.



*Edición: Paz Francisca Soto




FICHA TÉCNICA
Compañía: Raíz Teatro
Obra: Muda-nza/Un viaje sin correciones
Dramaturgia: Francisco Rojas, Constanza Carlesi
Dirección: Francisco Rojas
Elenco: Natalia Silva, Braulio Verdejo
Diseño integral: Francisco Rojas 
Creación musical: Edison Argandoña
Técnico: Omar Rivera






MINIFALDA
Una oda a nuestro género




Minifalda es un pequeño espectáculo teatral, en homenaje a la aparición de esta prenda de vestir en los años sesenta. No sabemos muy bien si es en nuestro país o en otro, lo que parece importar más es la connotación simbólica de su aparición, a favor de la reivindicación de nuestro género.
La mismísima Coco Chanel, en su momento catalogó la minifalda como una aberración para el alta costura. Parece difícil de creer tomando en cuenta que actualmente esta prenda de vestir forma parte esencial del clóset de gran porcentaje de la población femenina de todo el mundo. Desde este punto de vista es que logro comprender el afán de Teatro La Musa de retroceder en el tiempo. Una búsqueda que parte desde las admiraciones hacia la belleza femenina y la moda, ligadas a una idea de revolución.
Es la puesta en escena de un monólogo de aproximadamente treinta minutos, en el cual la actriz Francisca Zúñiga interpreta a una mujer que toma la osada decisión de empezar a usar su minifalda. Una mujer felizmente casada, acostumbrada a las labores domésticas, un día siente curiosidad por la moda, el cigarrillo y otras cosas que para su entorno son reprochables, pero que valientemente se atreve a desafiar. De paso narra todo lo que ello conlleva, la desaprobación de su pareja (como figura autoritaria) y las miradas quisquillosas de un entorno predominantemente machista.
Esta mujer que viste evidentemente a la moda, teme por sobre todas las cosas la reprobación de su marido y no hay duda de que en aquellos tiempos muchas mujeres en todo el mundo tuvieron que enfrentarse a sus parejas con estos resquemores.
Resulta inquietante el hecho de que la figura masculina, interpretada por Andrés Hernández, permanezca en silencio en sus únicas dos intervenciones, al inicio y al final de la obra. El poder, el inquisidor, el padre, el patriarca.
Sin embargo considero que la temática de esta obra se ve reducida sólo a una idea de revolución, ya que tanto la aparición de la minifalda, como la del pantalón femenino, como el uso de anticonceptivos, la lavadora automática, los pañales desechables, entre otros avances tecnológicos, significaron para la existencia de la mujer, un paso hacia adelante en la reivindicación del género. Puesto que ya no era necesario dedicarle tantas horas a las labores domésticas o ya no quedaban embarazadas cada vez que tenían relaciones sexuales, reduciendo significativamente la cantidad de hijos por criar, por dar un par de ejemplos.
A lo que quiero apuntar es que éste monólogo, a pesar de que fluye como relato, queda en deuda con el discurso que propone, quedando sólo como una anécdota del pasado, o como una oda hacia la mujer y su minifalda. La aparición de este tipo de falda significa mucho para la reivindicación de nuestro género, tanto desde ideales feministas como desde su posicionamiento luego de las dos guerras mundiales. Hay una lucha que empezó a gestarse en los años cuarenta con figuras como Simone de Beauvoir, o como Virginia Woolf, por mencionar algunas. Lucha que en los años sesenta, se vio favorecida por un contexto de post guerra, donde el alzamiento político social del período conocido como guerra fría, acoge favorablemente el posicionamiento del género femenino. La minifalda habla y muestra esto con intensidad, pero lo que ella nos dice no es tomado y usado dentro de la puesta en escena, muy poco de este espíritu aparece en el primer montaje de Teatro La Musa, y por esta razón es que la minifalda no alcanza a sostenerse con la carga semiótica y política que podría tener, quedando como la anécdota de una época pasada, como el recuerdo, debilitándose el recurso y la necesidad de retroceder en el tiempo.


Lo “teatral” no siempre es sinónimo de teatralidad.

Cuando se dice que una actuación es muy “teatral”, no siempre es algo positivo dentro de los códigos escénicos. Cuando el término es utilizado en forma peyorativa, nos referimos a una interpretación carente de verdad. Según el significado etimológico, el término teatralidad (homo-teatralis), tiene que ver con la capacidad de organizar la mirada de los otros[1]. Por lo tanto la teatralidad es algo que podemos observar día a día en nuestro entorno, de modo que cuando uno hace teatro o interpreta un personaje, hace un uso  creativo de esta teatralidad sobre el escenario, constituyéndose un mundo paralelo al mundo[2]. En cambio cuando en vez de hacer un uso de la teatralidad, interpretamos a partir de una idealización de ésta, por lo general caemos en una sobre-actuación. Es en este sentido que la expresión: “teatral”, se utiliza en forma peyorativa para referirse a una manera de actuar.
Retomando la obra en cuestión y tomando en cuenta estas previas acepciones sobre la actuación, el desempeño de Francisca Zúñiga se muestra firme, delicado y entretenido, aunque por momentos tal delicadeza se confunda con un exceso de forma “teatral”. No obstante ella lo disfruta y de alguna manera, logra que nosotros disfrutemos con ella. Pero a pesar de esto el modo declamativo que adopta, como quien recitara un poema (vicio actoral más conocido como sonsonete), sume su interpretación en una monotonía sonora, lo cual es muy riesgoso considerando que se trata precisamente de un monólogo.
En cuanto al diseño integral, considero que es correcto, visualmente evidente, no exploran mucho más allá del imaginario colectivo del contexto sesentero. Porque no hay una búsqueda que se separe del referente universal, por lo tanto desde el ámbito creativo, el diseño integral es bastante plano. Se vuelve complejo retroceder en el tiempo de manera tan representativa o tan apegada al plano real, ya que deja poco para el acto interpretativo del espectador, pudiendo caer en esta idealización de lo teatral, como la réplica casi exacta de la vida. Sólo por el hecho de estar sobre el escenario, estamos componiendo ficción y el público es quien termina de completar el significado. El cine y la televisión, desde su invención, han tomado una ventaja inalcanzable recreando la vida de forma fidedigna, es por esta razón que se hace necesaria una reinvención de la realidad a través del teatro, un mundo paralelo al mundo. No quiere decir que el realismo esté obsoleto, en absoluto, pero incluso en este estilo, existen diversas posibilidades para reconstruir la realidad, sólo se espera un poco más de trabajo creativo, por lo menos en el caso de nuestra disciplina. Siempre de cómo uno resuelve la póiesis (creación de sentido) de un mundo paralelo al mundo, depende el encantamiento, o la seducción hacia el espectador, la organización de su mirada, la teatralidad.

A pesar de las deficiencias discursivas de la dramaturgia y puesta en escena,  no deja de ser una pieza dinámica, agradable y entretenida. Avanza y nos hace reencontrarnos con un pasado que se proyecta al presente como una lucha interminable, predominando la anécdota como punto fuerte del espectáculo. El hecho particular de la aparición de la minifalda, más de rememorar el principio de una revolución, predomina como una idealización de la mujer moderna, por ello constato que Minifalda es una oda a nuestro género, porque nos habla desde este ideal femenino, desde la ensoñación de un pasado o una etapa superada.
L.C.

FICHA TÉCNICA
Compañía: Teatro La Musa
Obra: Minifalda
Dirección y dramaturgia: Antonella Marín
Asistente de dirección: Nely Carrasco
Elenco: Francisca Zúñiga, Andrés Hernández
Diseño integral: Teatro La Musa






[1] Jorge Dubatti, Seminario de Crítica Teatral, Facultad de Artes de la Universidad de Playa Ancha, 2013
[2] Ibídem.

MARAT SADE


Una obra enérgica y espectacular



Marat Sade es el egreso y práctica profesional del 2013 de la carrera de Teatro de la Universidad de Playa Ancha, dirigido por Alberto Zeiss.
Antes de analizar en profundidad este espectáculo, me detendré en explicar de dónde proviene este texto dramático del dramaturgo alemán Peter Weiss (1916-1982).
El nombre original de Marat Sade es: Persecución y asesinato de Jean Paul Marat representado por el grupo teatral del hospicio de Charenton bajo la dirección del Marqués de Sade. Partiré por contextualizar lo más brevemente posible sobre el autor y la importancia del momento en que fue escrita esta obra. Peter Weiss fue un artista multidisciplinario que dedicó su vida al documentalismo, ya sea a través del cine, la pintura, la narrativa o el teatro. Weiss contribuyó significativamente en la aparición de un nuevo subgénero dramático denominado drama documental, lo que con el paso del tiempo se ha desarrollado y transformando en una nueva manera de ejercer esta disciplina más conocida como Teatro Documental.
Este tipo de escenificación, surge de la mano de importantes figuras como Erwin Piscator (1893-1966) y Bertold Brecht (1898-1956), sin embargo el desarrollo desde la dramaturgia le pertenece Weiss. No obstante Marat Sade es la obra con menos rasgos documentales del autor, ya que pertenece a una de sus primeras creaciones dramáticas, a mediados de los años sesenta. Él era judío y al igual que muchos artistas germanos que poseían esta herencia, vivió los horrores de la persecución nazi durante la segunda guerra mundial. Gracias al exilio pudo sobrevivir, estando siempre muy presente en él la misión de focalizar su arte precisamente a la documentación y conservación de la memoria de un país maltratado por las innumerables masacres bélicas de esta guerra. Peter Weiss escribe esta obra basándose en conceptos artaudianos y brechtianos, con el objetivo impulsar un cuestionamiento hacia la revolución político-social, ya que su impulso creativo parte desde un lugar diferente al de Brecht o Piscator. Weiss crea este texto desde la herida, la derrota, los sueños perdidos, desde el duelo de los caídos y de los que siguen y seguirán cayendo. Una mirada ciertamente pesimista o que pone en tela de juicio los ideales de la revolución pero que no deja de identificarnos como creadores y creedores de un arte en pro del bienestar social.
Jean Paul Marat fue un jacobino impulsor de la condena a muerte en la guillotina de Luis XVI y quien años más tarde fuera asesinado por la girondina Charlotte Corday, suceso real acontecido en tiempos de la revolución francesa. Por otra parte, el Marqués de Sade, escritor conocido por la fuerte carga erótica de sus creaciones, fue un revoltoso prisionero político y hereje, que en la misma época y país es internado en el hospicio de Charenton, con el particular diagnóstico de “demencia libertina”, sin embargo su ímpetu le permitió entre otras cosas, formar un grupo de teatro integrado por los mismos internos, consiguiendo gran audiencia parisina y el desprecio de entidades eclesiásticas y políticas, razón por la que casi toda su obra fue destruida. De modo que lo que hace Peter Weiss es idealizar este antecedente del Marqués de Sade proponiendo que él, junto a su grupo de actores internos de Charenton, representen la muerte del político revolucionario Jean Paul Marat en manos de la girondina Charlotte Corday. Es decir, teatro dentro del teatro. El texto además propone una serie de canciones, que sin ser el guion de un musical, pueden ser consideradas como una pequeña ópera. En 1967 fue llevada al cine por Peter Brook, aunque sin perder su esencia teatral. Fue así como Marat Sade se convirtió en la obra más exitosa del Peter Weiss.

El problema de llevar a escena textos extranjeros

Luego de esta extensa pero necesaria contextualización, vuelvo al egreso uplaniano del 2013,  donde el mayor problema de esta escenificación es precisamente el de llevar a escena un texto extranjero.
Si uno como espectador no está en conocimiento de ninguno de estos antecedentes, ¿logrará tener un goce del espectáculo igual al del espectador instruido al respecto? Esa es mi gran duda siempre a la hora de escenificar un clásico o cualquier obra extrajera, que de por sí esté tan arraigada a un contexto y a una historia que no necesariamente nos pertenezca.
Si uno no está al tanto de estos precedentes históricos, es muy difícil comprender el verdadero sentido de la obra, quedándonos sólo con las coreografías, las canciones, y espectacularidad sobre todo visual de la representación. Es aquí cuando me pregunto ¿cuál será el objetivo de remontar un texto germano de post guerra que recrea una situación de la revolución francesa para poner en tela de juicio un ideal revolucionario? Tomando en cuenta que el abuso de poder y la sed de derrocamiento de quienes nos gobiernan, sigue vigente desde que se escribió el texto hasta la actualidad; tiene sentido considerar el hecho de que la generación recién egresada fue partícipe, de manera voluntaria (en algunos casos y en otros no tanto) del controvertido movimiento estudiantil del año 2011. Lamentablemente, precisamente en este sentido, el ideal de revolución no se ve reflejado en esta puesta en escena, ya que no se expone en ningún momento este referente, sólo escuchamos los nombres de los personajes históricos que de no conocerlos previamente, nos suenan a la trama de una anécdota entretenida y disparatada. Desde esta mirada, considero que faltó darle más peso al discurso de la obra, traerla a nuestro contexto, y como en su momento lo hizo Weiss, hablar con la referencia universal que es la revolución francesa, sobre el  propio ideal de revolución.

Espectacularidad y energía

A pesar de esto, no puedo desmerecer la gran espectacularidad del trabajo, tanto desde la puesta en escena, como desde las actuaciones -sobre todo considerando el valor agregado de la interpretación de patologías-, la música y los cantos. Es una obra que emociona inevitablemente, sobre todo por las canciones a vivas voces en coro y en solitario, acompañadas de interesantísimas coreografías. He aquí un valioso ejemplo de caos teatral, donde el desorden no es azar, sino una admirable sincronía, realización de la docente y actriz Jenny Pino, a cargo del área corporal de la misma universidad. Es una obra dinámica, con bellos momentos visuales como resultado del diseño integral (Eva Lucía Rodríguez). Por otra parte, las composiciones musicales de Gabriela Cáceres son un plus para la genialidad del egreso dirigido por Zeiss, ya que desde principio a fin, no hacen más que embellecer y potenciar la espectacularidad de la obra, personalmente, hasta hoy recuerdo el último tema musical, al punto de ser capaz de tararearlo. En cuanto a la iluminación, precisa, especialmente en el momento del desnudo grupal que es particularmente hermoso, el contraste de la luz detrás de los cuerpos, logra una imagen inolvidable.
Desde lo actoral, la obra sufrió algunos cambios de elenco entre una tanda de funciones y otra. En la primera oportunidad que lo presencié, las actuaciones eran dispares, notándose las diferencias en el nivel de compromiso de los distintos intérpretes con el discurso de la obra, lo cual se hacía visible en la creación de personaje, que en algunos casos distaba de una creación desde el discurso y se acercaba más a una creación desde la forma externa, más que desde una actuación comprometida. El nuevo elenco, en cambio, muestra mayor fuerza, convicción y energía, sin embargo aún falta recuperar el ritmo que lograba el primer elenco, un engranaje donde el caos aportaba y no restaba al montaje. Una mezcla de ese vigor e identificación discursiva que percibí en esta oportunidad más el ritmo de la primera, hará crecer enormemente el trabajo.

 Desde la dirección no hay mucha búsqueda más allá de la interpretación literal del texto weissiano. Ello se contempla en el amplio sentido de la puesta en escena, no hay una reinterpretación. Por dar un ejemplo, no hay una utilización del recurso clave y universal que es el referente de la revolución francesa, para hablar de otra cosa, no del marqués, ni de Marat y su asesinato, sino del tema clave que es esencialmente la revolución, el alzamiento de las masas alienadas, el ejercer presión hacia la entidad institucional y sus parámetros absurdos, en fin. La esencia política de Marat Sade, no se alcanza a percibir, sólo nos emocionamos por la entrega de los intérpretes, el dinamismo de las coreografías, la armonía musical y el hermoso texto de Weiss. Lo cual evidentemente no es malo, porque uno como público disfruta, pero no pasa mucho más allá del entretenimiento familiar.
L.C.



*Edición: Paz Francisca Soto


FICHA TÉCNICA
Egreso de la carrera de Teatro Upla 
Obra: Marat Sade
Dramaturgia: Peter Weiss
Dirección: Alberto Zeiss
Elenco actual: Camila Alarcón, Karina Díaz, Daniel Riquelme, Eduardo Silva, Francisco Rojas, Karina Mercado, Mariela Laterra, Mario Ubilla, Braulio Verdejo, Francisca Zúñiga, Francisca Zapata, Paola Jerez, Paula Céspedes, Beatriz López, Esteban Cepeda, Claudio Díaz.
Diseño integral: Eva Lucía Rodríguez 
Escenografía: Eva Lucía Rodríguez 
Sonido/música: Gabriela Cáceres
Coreografías: Jeny Pino