Una prostituta peruana
Patria es el tercer montaje
estrenado de la compañía porteña Teatro
Provincia. Luego de sus dos estrenos anteriores La Gran Capital y Bola de
Sebo, en su última creación, tal como en las anteriores, la compañía
muestra su interés por la identidad nacional de diferentes maneras y el
cuestionamiento a ésta.
En Patria, vemos cómo
Sebastián Cárez-Lorca, desde la dramaturgia ficcionaliza, a partir de un
momento histórico nacional, poniendo énfasis en el otro bando de la batalla que
hizo a Chile vencedor del territorio nortino perteneciente en aquel entonces a Perú.
Una interesante manera de reflexionar en torno a los orígenes de la rivalidad
extrínseca –por tratarse de una rivalidad que supuestamente nos identifica a
todos, pero que en realidad es bastante superflua si nos detenemos a
reflexionar en torno a sus fundamentos– entre naciones y un llamado abierto a ponerse en el
lugar del otro, del que perdió, del que no tiene ese día feriado en el
calendario y que por ende no celebra.
¿Y por qué celebramos? Cuestionarse tal celebración es una
reflexión que va más allá de un punto de vista político, es sobre todo, una
posición humana frente a una batalla histórica, frente a ese o cualquier tiempo
de guerra, horrible, miserable. En definitiva, un llamado de atención hacia lo
que se festeja, se defiende y de lo que supuestamente tenemos que estar
orgullosos. Patria es una obra de
teatro que más allá del discurso apela a la conciencia humana por sobre el
orgullo de un territorio legal, de una guerra vencida, de una efeméride, de una
patria.
Patria es una prostituta peruana (Astrid Quintana) que junto a
su compañera de labores (Constanza Orellana), su hijo (que es un muñeco) y una
joven novicia que se encuentran en el camino (María José Troncoso), emprenden
una misión utópica de resistencia militar hacia los chilenos. En el
emprendimiento hacia la batalla se encuentran con otro rival, que parece más
fuerte, cercano y también peruano: una
campaña de cuatro hombres (Sebastián Jaraquemada, Miguel Camus, Juan Esteban Meza
y Alexander Castillo). Aparecen entonces dos bandos internos dentro de una
misma lucha. El pleito en este caso es la discusión de quién sabe hacerlo
mejor, una discusión de años, sino eterna entre ambos géneros en diferentes
circunstancias, históricas, políticas, filosóficas, sociales, etc. Una
rivalidad que en definitiva nos identifica como seres humanos, de modo que
volvemos a la connotación humana que caracteriza la postura político-ideológica
de Teatro Provincia en su tercer
montaje.
Patria, sin embargo se contempla
como un montaje que aún no madura, careciendo de definición y seguridad tanto en
las actuaciones como en la utilización de elementos, vestuario, entre otras
cosas, ya que como se hace un trabajo escénico desde lo tradicional, siendo un
texto contemporáneo, la solidez de la puesta en escena se ve fragmentada entre
las actuaciones en diferentes estilos y registros, el vestuario que busca la
recreación fidedigna de una época (sin conseguir la autenticidad que se
propone) y un muñeco que no alcanza a desarrollarse como personaje.
En palabras simples, falta darle una vuelta, si se trabaja con un
estilo costumbrista, ver en qué medida éste puede transformarse para alcanzar la
calidad dramatúrgica de la obra. Decidir además, si los diferentes registros
actorales son a propósito, una propuesta a trabajar, o deben en definitiva,
equilibrarse. Si realmente el objetivo es recrear desde la utilería y el
vestuario de la época para construir el espacio escénico, en tal caso cómo
hacer para que no quede como una mera ilustración; cómo a través del lenguaje
estético podría resignificarse la escenificación de dicho momento histórico. Se
trata de tomar decisiones que sean transversales, ejemplo de esta carencia, es
el hecho de que, a pesar de ponerse en escena como una interpretación literal
del texto, los personajes que son peruanos, hablan como chilenos. Hacerse cargo
de la manipulación de ciertos elementos, el ejemplo más claro es la utilización
del muñeco, que aparece como una inteligente solución escénica, pero que no se
aprovecha, quedando sólo como un elemento más de la utilería que nos permite
comprender la historia lineal. Como espectador se vuelve necesario entender el
porqué de las decisiones escénicas y cómo ello podría proyectarse y enriquecer
el montaje.
El objeto está mediado por una forma, que
comunica aspectos paralelos a su función. Barthes los ejemplifica con objetos
cotidianos como un lápiz, que puede denotar valores adicionales a su
funcionalidad, como elegancia, sobriedad, seriedad, fantasía.[1]
Recordemos que el teatro de muñecos y/o objetos tiene sus propios
fundamentos estéticos y discursivos, de modo que al utilizar un recurso como
tal en una puesta en escena de cualquier tipo, hay que hacerse cargo del
lenguaje que caracteriza a esta área de la práctica teatral. Desde esta
perspectiva falta pulcritud, decisiones claras y el riesgo que realce como se
merece la propuesta dramática.
Sin embargo, es una gran promesa, que definitivamente puede crecer
mucho si se trabaja más allá, con relecturas del texto, puesto que con lo que
ya han logrado tienen material suficiente para que éste, sea transgredido y
explotado, para volcar la convención de una historia nacional que Cárez-Lorca
transgrede desde el cuestionamiento de una identidad y patriotismo cimentado en
intereses económicos extranjeros, partiendo desde las primeras guerras del
salitre a lo que somos hoy como país.
L.C.
*Edición: Paz Francisca Soto
FICHA
TÉCNICA
Elenco:
María José Troncoso Pinto, Constanza “Juanita” Orellana Arancibia, Astrid
Quintana Fuentealba, Sebastián Jaraquemada Rojas, Juan Esteban Meza Cartes,
Miguel Camus Martínez, Alexander Castillo Pulgar.
Diseño
Afiche y Marioneta: Alexander Castillo Pulgar
Diseño
Web: Astrid Quintana Fuentealba – Sebastián Cárez-Lorca
Música
e Iluminación: Teatro Provincia
Escenografía
y Vestuario: Teatro Provincia
Dramaturgismo:
Astrid Quintana Fuentealba
Dirección
de Actores: Christian Riquelme Guerrero
Dirección
y Dramaturgia: Sebastián Cárez-Lorca