Una obra que nos esculpe en varios sentidos
Caótica es una experiencia. Un trabajo escénico muy
sensible, delicado, político y honesto. Se ve un colectivo o mejor dicho una
colectiva que trabaja en pro de un discurso y eso siempre es algo por lo que el
espectador debería sentirse agradecido. Cuando menciono que considero que es
político, no lo digo en el sentido brechtiano necesariamente, ni piscatoriano,
sino por el claro fin revolucionario del discurso que propone la obra. Es
claro, directo y a pesar de esto, poético, eso es lo que más convierte a Caótica en una experiencia. A pesar de
considerar que aún es un trabajo técnicamente sin zanjar, perdiendo por
momentos el ritmo que se propone, sin embargo avanza y llega hasta el fin
conservando la atmósfera femenina que llena todo el espacio de la sala de teatro.
Caótica es una mujer, pudiendo ser todas o una sola a la
vez: las del escenario, las del imaginario, las del público, las de la calle
afuera del teatro, las morenas, las teñidas, las rubias, las latinas, las
gringas, etc. Es una Venus de Milo contemporánea.
Al presenciar este espectáculo, sentí la
sensación de estar observando el trabajo de la directora, Carina Aspillaga, como
quien observa la labor de una artista creando la escultura de una mujer, que es
ella misma o todas nosotras las de hoy y las de ayer. Caótica es una puesta en escena llena de detalles, de pliegues,
donde es imposible no identificarse con la condición femenina, la verdad es que
no sé cómo será la experiencia para un hombre, pero de lo que sí estoy segura
es que servirá mucho para que puedan conocernos más, y no lo digo en un sentido
sexista, en absoluto, si no con el ánimo de realzar la iniciativa de la
Colectiva LaWasha, que contemplo como una búsqueda de reivindicación del
género. Cada actriz, Lucía Silva, Paz Francisca Soto y Amanda Puentes, es como
una pieza que arma la escultura. La menstruación, la masturbación femenina, son
temas que se tocan, pero no de manera grotesca, si no por el contrario, de
manera audaz, discursiva y poética. En el primer momento, el personaje que
interpreta Lucía, la joven que se está conociendo a sí misma, que tiene miedo,
que le cuesta entender lo que le está pasando o lo que en virtud ya le pasó y
que su madre no le contó o no le advirtió o nunca se tomó el tiempo para
conocerla o para tener una relación cercana, de amigas, de hermandad femenina;
el personaje de Paz, confundida pero fuerte, es esas mujeres que viven
aceleradamente, pero tranquilas, en apariencia nada las traspasa, pero en el
fondo de su ser, son las féminas más sensibles de todas, las que más se
contrarían, esta intervención es un extenso y veloz soliloquio lleno de
contradicciones. Por otra parte, quiero detenerme, en la conmovedora
interpretación de Amanda, silenciosa, pero elocuente, bella y podrida, una
cáscara de mujer “perfecta”: femenina, atrapada entre las redes de un
estereotipo marcado por las máquinas depiladoras, secadores de pelo,
maquillaje, entre otras cosas. Es espeluznante la manera en que estos
artefactos eléctricos se apoderan de la danza que interpreta, partiendo de
movimientos cotidianos a la exacerbación de éstos, al límite de una especie de
huracán entre su cuerpo, los cables eléctricos, el vestido rosado y su propia
voz en off, entonando su historia en versos libres. Desde ésta perspectiva me
gustaría objetar que, los inicios de la dramaturgia de Caótica, en parte son creación
de Andrea Caballería, única integrante de la Colectiva que no es actriz, sino
profesora de educación básica. Ella en el conversatorio pos obra del cual fui
parte, explica que a pesar de llevar muchos años escribiendo
y relacionándose con la literatura, nunca había escrito para construir
un texto dramático, es más, se puede decir que Caótica en gran parte es una adaptación de su
propia prosa poética. Una vez más el teatro demostrando que todo es
teatralizable.
A pesar de lo mucho que me agradó
apreciar el primer trabajo escénico de la Colectiva LaWasha, creo que falta
unión entre los monólogos que están por momentos un tanto fragmentados, nada
que con más experiencia no se pueda resolver. En especial el final, parece poco
claro, pudiendo ser bello, sobre todo por el soundtrack que le acompaña. En
general, considero que la banda sonora escogida está muy bien acertada (Nancy
Sinatra, Chavela Vargas, The Velvet Undergroud), te lleva a otros rincones, son
todas las canciones y sus autores muy distintos, pero de alguna manera todo se
conecta. Como siempre la magia teatral cobra su peso. Concluyo que el mayor
problema de esta puesta es el ritmo, pues se proponen rapideces, o lentitudes
que por momento no se logran sostener escénicamente. Sin embargo, especialmente
en términos temáticos no deja de ser una experiencia enriquecedora para ambos
géneros. Quien sabe, quizás el anonimato del autor de la Venus de Milo sigue
como tal porque se trata de una autora, noticia que en una sociedad patriarcal
como la nuestra, sería imposible de escuchar o de difundir. Pero, ¿Quién más
idónea que una mujer para reconstruirse a sí misma?
L.C.
*Edición: Paz Francisca Soto
FICHA TÉCNICA
Compañía: Colectiva LaWasha
Obra: Caótica
Idea Original: Andrea Caballería y
Carina Aspillaga
Dirección: Carina Aspillaga
Asistente de dirección: Colectiva
LaWasha
Puesta en escena: Colectiva LaWasha
Elenco: Lucía Silva, Paz Francisca Soto,
Amanda Puentes
NOTA: esta obra la pude ver en el marco de
GESTA 1er Festival de Teatro Porteño Femenino, en enero del 2014
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