El evento fue realizado en abril
pasado en la Sala Negra de la Escuela de Teatro de la Universidad de Valparaíso
con los montajes: Minifalda de Teatro
La Musa y Muda-nza/un viaje sin correcciones de Raíz Teatro; ambas muestras
fueron seleccionadas dentro del Festival de Teatro en Pequeño Formato Humberto
Duvauchelle, organizado por estudiantes de Teatro de la Universidad de Playa
Ancha, siendo seleccionados entre las tres mejores muestras de cada año (2012 y
2013 respectivamente).
El amor fue la temática que unió a
las dos pequeñas obras, cada una abarcando el mismo tema, desde puntos de
creación distantes, usando como punto de partida por una parte, el discurso, y
por otra la puesta en escena.
La iniciativa de generar este
tipo de instancias, donde el público está en presencia de una especie de varieté teatral, con el espacio para comentar entre una muestra y otra, como un pequeño evento social que abre la invitación al esparcimiento del fin de semana porteño, me parece interesante y destacable. Iniciativa plausible, que espero se siga repitiendo.
tipo de instancias, donde el público está en presencia de una especie de varieté teatral, con el espacio para comentar entre una muestra y otra, como un pequeño evento social que abre la invitación al esparcimiento del fin de semana porteño, me parece interesante y destacable. Iniciativa plausible, que espero se siga repitiendo.
MUDA-NZA
Un
viaje sin correcciones
Una
poética de la introspección y metáfora escénica
Es complicado hablar desde la
objetividad, sobre todo cuando parte de este trabajo me involucra emocional y
creativamente ya que formo parte de la creación de textos en relación a una
experiencia personal, pero a petición de Raíz
Teatro, haré el intento.
Muda-nza/un
viaje sin correcciones, es una metáfora en el amplio sentido del término.
El diseño integral, la palabra, la musicalidad y la corporalidad de los
actores, todo quiere decir algo más allá de la primera percepción, como
metáfora, todo está en lugar de algo más, de otro significado o de muchos
significados. Esto vuelve complejo el entendimiento del discurso por momentos,
entre la densidad de la palabra y la simbología visual. Sin embargo es un
trabajo muy sensible, desde la interpretación actoral y los extensos relatos o
confesiones introspectivas, es decir hay una búsqueda humana que desde la
dirección, de Francisco Rojas, ambiciona una recepción del público más emotiva que
racional. Al presenciar el primer trabajo escénico de Raíz Teatro estamos ante
una mezcla de poesía, cuerpo y lágrimas.
Este montaje cuenta con enérgicas y
comprometidas interpretaciones tanto en las actuaciones de Natalia Silva y
Braulio Verdejo, como en la ejecución de la música en vivo por Edison Argandoña.
Respecto a la iluminación, destacan
la utilización de dispositivos como data show y diapositivas, lo cual
contribuye favorablemente en la composición de la atmósfera y espacio escénico.
La estructura está dispuesta en
base a dos monólogos internos, el de él (Braulio Verdejo) y el de ella (Natalia
Silva). Una pareja de enamorados que puede ser cualquiera o todas las que han
existido. No existen entonces personajes determinados en este montaje, el
objetivo es otro: la identificación humana o dicho a la usanza clásica, la
catarsis. Los intérpretes juegan un rol en pro de una historia que necesita ser
contada, pudiendo ser real o ficticia, lo que importa aquí es la confesión, una
introspección pública, por llamarlo de algún modo.
A pesar de lo extenso de algunos monólogos,
la historia fluye y corre dolorosamente hacia el final, que ya conocemos desde
el principio. En el fondo estamos en presencia de la tempestuosa separación de
dos personas, en una especie de presente detenido, en el cual cada lado de la
relación, expresa sus temores, pesares, recuerdos y alientos: todo aquello que
les ocasiona separarse. Es por esta razón que considero que se trata de una introspección
pública, lo que muchas veces sentimos, pero que pocas veces nos atrevemos a
decir o a detenernos a escuchar.
Michel
Gondry y el mundo onírico
Resulta imposible, en caso de
conocer el film, no evocar Eternal sunshine of the spotless mind,
del cineasta francés Michel Gondry. Rescato en particular esta referencia, por
la fuerte carga onírica en Muda-nza,
sobre todo en el aspecto visual: cáscaras de naranja repartidas en el suelo,
que además completan el paisaje que se proyecta constantemente: mar y arena.
Entonces la iluminación cumple un rol trascendental en la puesta en escena, ya
que a través de ella, muchas de las metáforas visuales se complementan, como es
el caso de la arena y las cáscaras de naranja repartidas en el suelo: arena de
naranjas o naranjas de arena, la media naranja, la playa, el horizonte, los
cuerpos semidesnudos, las confesiones, la melancolía del mar, la soledad, los
perros, un baño de mar que limpia y sana cualquier mal… etcétera. Una infinidad
de signos, unos más claros que otros podemos desprender de este lenguaje
escénico basado en una figura literaria como la metáfora.
Un texto del inicio dice “dejemos
que la cinta corra…” una cinta de video o de música, o ambas sincrónicamente
corren hacia el desenlace, como en un video clip. Es interesante esta búsqueda
que se propone el director, desde el detalle cinematográfico, hacia la
condición experiencial de la música en vivo, conviviendo armónicamente en la
puesta en escena, y aunque recursos cinematográficos y musicales son parte
importante de esta propuesta, no estamos frente a una pieza fílmica, estamos
ante esta especie de paralización del tiempo, como un estado elevado de los
personajes hacia la consolidación del fin. Vemos al actor, Braulio Verdejo, doblegado
por una parte en el espacio proyectado y por otra in situ, un intento de
mezclar lenguajes en pro de encontrar un lenguaje propio, hacia el encuentro de
la propia poética de la introspección o de la metáfora escénica.
La difícil
relación entre la poesía y el teatro
La poesía y el teatro son para mí
dos formas de creación que disfruto ejercer. Una la practico desde hace más
tiempo que la otra, sin embargo, por mi propia experiencia he llegado a la
conclusión que la relación entre ambas muchas veces pareciese ser incompatible.
Cuando un poema es escenificado, el significado semiótico suele ser tan amplio
y a la vez tan particular que el director entiende una cosa, el actor
interpreta otra y el espectador percibe otra más, entonces el mensaje siempre
está en riesgo de sucumbir en la ambigüedad de sentido. Desde esta perspectiva
el lenguaje o los códigos escénicos que se utilicen, deberían contribuir en la
construcción de sentido en pro de la recepción del mensaje o del discurso. Lo
mismo puede ocurrir en el caso contrario, cuando desde la escena se propone
poetizar el diseño integral, entonces el texto que se utilice debería facilitar
la recepción del mensaje o discurso. Es aún más dificultoso cuando además del
diseño integral, el texto dramático también tiene fuertes rasgos líricos. Por
esta razón el primer montaje de Raíz teatro propone una arriesgada y ambiciosa
orientación del lenguaje escénico, ya que utilizan un espacio onírico, textos
poéticos, imágenes simbólicas. Metáfora sobre metáfora, poesía sobre poesía. Es
un viaje bellísimo, pero en la mitad se agota. Nos emocionamos hasta las
lágrimas y después seguimos igual. Es en este punto en donde cae la propuesta,
falta ese quiebre, o el factor sorpresa que distingue al teatro, esa magia que
hace que nos olvidemos del cotidiano. El contraste entre lo real y lo ficticio,
entre lo que reconocemos como cotidianeidad y lo inesperadamente mágico o
irreal. Lo que da dinamismo en las escenificaciones, es precisamente este
quiebre entre una cosa y otra. Es por esta razón que a pesar de la belleza y
sensibilidad de Muda-nza, la apuesta
que logra buenos resultados de la percepción emotiva, sigue siendo una apuesta
que como recurso, se agota.
L.C.
*Edición: Paz Francisca Soto
FICHA TÉCNICA
Compañía: Raíz Teatro
Obra: Muda-nza/Un viaje
sin correciones
Dramaturgia: Francisco
Rojas, Constanza Carlesi
Dirección: Francisco
Rojas
Elenco: Natalia
Silva, Braulio Verdejo
Diseño
integral: Francisco Rojas
Creación musical: Edison Argandoña
Técnico: Omar Rivera
MINIFALDA
Una oda a nuestro género
Minifalda es un pequeño espectáculo
teatral, en homenaje a la aparición de esta prenda de vestir en los años
sesenta. No sabemos muy bien si es en nuestro país o en otro, lo que parece
importar más es la connotación simbólica de su aparición, a favor de la
reivindicación de nuestro género.
La
mismísima Coco Chanel, en su momento catalogó la minifalda como una aberración
para el alta costura. Parece difícil de creer tomando en cuenta que actualmente
esta prenda de vestir forma parte esencial del clóset de gran porcentaje de la
población femenina de todo el mundo. Desde este punto de vista es que logro
comprender el afán de Teatro La Musa de retroceder en el tiempo. Una búsqueda
que parte desde las admiraciones hacia la belleza femenina y la moda, ligadas a
una idea de revolución.
Es la
puesta en escena de un monólogo de aproximadamente treinta minutos, en el cual
la actriz Francisca Zúñiga interpreta a una mujer que toma la osada decisión de
empezar a usar su minifalda. Una mujer felizmente casada, acostumbrada a las
labores domésticas, un día siente curiosidad por la moda, el cigarrillo y otras
cosas que para su entorno son reprochables, pero que valientemente se atreve a
desafiar. De paso narra todo lo que ello conlleva, la desaprobación de su
pareja (como figura autoritaria) y las miradas quisquillosas de un entorno
predominantemente machista.
Esta mujer que viste evidentemente
a la moda, teme por sobre todas las cosas la reprobación de su marido y no hay
duda de que en aquellos tiempos muchas mujeres en todo el mundo tuvieron que
enfrentarse a sus parejas con estos resquemores.
Resulta inquietante el hecho de que
la figura masculina, interpretada por Andrés Hernández, permanezca en silencio
en sus únicas dos intervenciones, al inicio y al final de la obra. El poder, el
inquisidor, el padre, el patriarca.
Sin embargo considero que la
temática de esta obra se ve reducida sólo a una idea de revolución, ya que
tanto la aparición de la minifalda, como la del pantalón femenino, como el uso
de anticonceptivos, la lavadora automática, los pañales desechables, entre
otros avances tecnológicos, significaron para la existencia de la mujer, un
paso hacia adelante en la reivindicación del género. Puesto que ya no era
necesario dedicarle tantas horas a las labores domésticas o ya no quedaban
embarazadas cada vez que tenían relaciones sexuales, reduciendo
significativamente la cantidad de hijos por criar, por dar un par de ejemplos.
A lo que quiero apuntar es que éste
monólogo, a pesar de que fluye como relato, queda en deuda con el discurso que
propone, quedando sólo como una anécdota del pasado, o como una oda hacia la
mujer y su minifalda. La aparición de este tipo de falda significa mucho para la
reivindicación de nuestro género, tanto desde ideales feministas como desde su
posicionamiento luego de las dos guerras mundiales. Hay una lucha que empezó a
gestarse en los años cuarenta con figuras como Simone de Beauvoir, o como
Virginia Woolf, por mencionar algunas. Lucha que en los años sesenta, se vio
favorecida por un contexto de post guerra, donde el alzamiento político social
del período conocido como guerra fría, acoge favorablemente el posicionamiento
del género femenino. La minifalda habla y muestra esto con intensidad, pero lo
que ella nos dice no es tomado y usado dentro de la puesta en escena, muy poco
de este espíritu aparece en el primer montaje de Teatro La Musa, y por esta
razón es que la minifalda no alcanza a sostenerse con la carga semiótica y
política que podría tener, quedando como la anécdota de una época pasada, como
el recuerdo, debilitándose el recurso y la necesidad de retroceder en el
tiempo.
Lo
“teatral” no siempre es sinónimo de teatralidad.
Cuando se
dice que una actuación es muy “teatral”, no siempre es algo positivo dentro de
los códigos escénicos. Cuando el término es utilizado en forma peyorativa, nos
referimos a una interpretación carente de verdad. Según el significado
etimológico, el término teatralidad (homo-teatralis), tiene que ver con la
capacidad de organizar la mirada de los otros[1].
Por lo tanto la teatralidad es algo que podemos observar día a día en nuestro
entorno, de modo que cuando uno hace teatro o interpreta un personaje, hace un
uso creativo de esta teatralidad sobre
el escenario, constituyéndose un mundo paralelo al mundo[2].
En cambio cuando en vez de hacer un uso de la teatralidad, interpretamos a
partir de una idealización de ésta, por lo general caemos en una
sobre-actuación. Es en este sentido que la expresión: “teatral”, se utiliza
en forma peyorativa para referirse a una manera de actuar.
Retomando
la obra en cuestión y tomando en cuenta estas previas acepciones sobre la
actuación, el desempeño de Francisca Zúñiga se muestra firme, delicado y
entretenido, aunque por momentos tal delicadeza se confunda con un exceso de
forma “teatral”. No obstante ella lo disfruta y de alguna manera, logra que
nosotros disfrutemos con ella. Pero a pesar de esto el modo declamativo que adopta,
como quien recitara un poema (vicio actoral más conocido como sonsonete), sume
su interpretación en una monotonía sonora, lo cual es muy riesgoso considerando
que se trata precisamente de un monólogo.
En cuanto
al diseño integral, considero que es correcto, visualmente evidente, no
exploran mucho más allá del imaginario colectivo del contexto sesentero. Porque
no hay una búsqueda que se separe del referente universal, por lo tanto desde
el ámbito creativo, el diseño integral es bastante plano. Se vuelve complejo retroceder
en el tiempo de manera tan representativa o tan apegada al plano real, ya que deja
poco para el acto interpretativo del espectador, pudiendo caer en esta idealización
de lo teatral, como la réplica casi exacta de la vida. Sólo por el hecho de
estar sobre el escenario, estamos componiendo ficción y el público es quien
termina de completar el significado. El cine y la televisión, desde su
invención, han tomado una ventaja inalcanzable recreando la vida de forma
fidedigna, es por esta razón que se hace necesaria una reinvención de la
realidad a través del teatro, un mundo paralelo al mundo. No quiere decir que
el realismo esté obsoleto, en absoluto, pero incluso en este estilo, existen
diversas posibilidades para reconstruir la realidad, sólo se espera un poco más
de trabajo creativo, por lo menos en el caso de nuestra disciplina. Siempre de cómo
uno resuelve la póiesis (creación de
sentido) de un mundo paralelo al mundo, depende el encantamiento, o la
seducción hacia el espectador, la organización de su mirada, la teatralidad.
A pesar de
las deficiencias discursivas de la dramaturgia y puesta en escena, no deja de ser una pieza dinámica, agradable
y entretenida. Avanza y nos hace reencontrarnos con un pasado que se proyecta
al presente como una lucha interminable, predominando la anécdota como punto
fuerte del espectáculo. El hecho particular de la aparición de la minifalda,
más de rememorar el principio de una revolución, predomina como una
idealización de la mujer moderna, por ello constato que Minifalda es una oda a nuestro género, porque nos habla desde este
ideal femenino, desde la ensoñación de un pasado o una etapa superada.
L.C.
FICHA TÉCNICA
Compañía: Teatro La
Musa
Obra: Minifalda
Dirección y
dramaturgia: Antonella Marín
Asistente de
dirección: Nely Carrasco
Elenco: Francisca
Zúñiga, Andrés Hernández
Diseño
integral: Teatro La Musa
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