Una obra enérgica y espectacular
Marat Sade es el
egreso y práctica profesional del 2013 de la carrera de Teatro de la Universidad
de Playa Ancha, dirigido por Alberto Zeiss.
Antes de analizar en profundidad este espectáculo, me detendré
en explicar de dónde proviene este texto dramático del dramaturgo alemán Peter
Weiss (1916-1982).
El nombre original de Marat
Sade es: Persecución y asesinato de
Jean Paul Marat representado por el grupo teatral del hospicio de Charenton
bajo la dirección del Marqués de Sade. Partiré por contextualizar lo más brevemente
posible sobre el autor y la importancia del momento en que fue escrita esta
obra. Peter Weiss fue un artista multidisciplinario que dedicó su vida al
documentalismo, ya sea a través del cine, la pintura, la narrativa o el teatro.
Weiss contribuyó significativamente en la aparición de un nuevo subgénero
dramático denominado drama documental, lo que con el paso del tiempo se ha
desarrollado y transformando en una nueva manera de ejercer esta disciplina más
conocida como Teatro Documental.
Este tipo de escenificación, surge de la mano de importantes
figuras como Erwin Piscator (1893-1966) y Bertold Brecht (1898-1956), sin
embargo el desarrollo desde la dramaturgia le pertenece Weiss. No obstante Marat Sade es la obra con menos rasgos
documentales del autor, ya que pertenece a una de sus primeras creaciones
dramáticas, a mediados de los años sesenta. Él era judío y al igual que muchos
artistas germanos que poseían esta herencia, vivió los horrores de la
persecución nazi durante la segunda guerra mundial. Gracias al exilio pudo
sobrevivir, estando siempre muy presente en él la misión de focalizar su arte
precisamente a la documentación y conservación de la memoria de un país
maltratado por las innumerables masacres bélicas de esta guerra. Peter Weiss
escribe esta obra basándose en conceptos artaudianos y brechtianos, con el objetivo
impulsar un cuestionamiento hacia la revolución político-social, ya que su
impulso creativo parte desde un lugar diferente al de Brecht o Piscator. Weiss crea
este texto desde la herida, la derrota, los sueños perdidos, desde el duelo de
los caídos y de los que siguen y seguirán cayendo. Una mirada ciertamente
pesimista o que pone en tela de juicio los ideales de la revolución pero que no
deja de identificarnos como creadores y creedores de un arte en pro del
bienestar social.
Jean Paul Marat fue un jacobino impulsor de la condena a
muerte en la guillotina de Luis XVI y quien años más tarde fuera asesinado por la
girondina Charlotte Corday, suceso real acontecido en tiempos de la revolución
francesa. Por otra parte, el Marqués de Sade, escritor conocido por la fuerte
carga erótica de sus creaciones, fue un revoltoso prisionero político y hereje,
que en la misma época y país es internado en el hospicio de Charenton, con el
particular diagnóstico de “demencia libertina”, sin embargo su ímpetu le
permitió entre otras cosas, formar un grupo de teatro integrado por los mismos internos,
consiguiendo gran audiencia parisina y el desprecio de entidades eclesiásticas
y políticas, razón por la que casi toda su obra fue destruida. De modo que lo
que hace Peter Weiss es idealizar este antecedente del Marqués de Sade
proponiendo que él, junto a su grupo de actores internos de Charenton,
representen la muerte del político revolucionario Jean Paul Marat en manos de
la girondina Charlotte Corday. Es decir, teatro dentro del teatro. El texto
además propone una serie de canciones, que sin ser el guion de un musical,
pueden ser consideradas como una pequeña ópera. En 1967 fue llevada al cine por
Peter Brook, aunque sin perder su esencia teatral. Fue así como Marat Sade se convirtió en la obra más
exitosa del Peter Weiss.
El problema de llevar a escena textos extranjeros
Luego de esta extensa pero necesaria contextualización,
vuelvo al egreso uplaniano del 2013, donde
el mayor problema de esta escenificación es precisamente el de llevar a escena
un texto extranjero.
Si uno como espectador no está en conocimiento de ninguno de
estos antecedentes, ¿logrará tener un goce del espectáculo igual al del
espectador instruido al respecto? Esa es mi gran duda siempre a la hora de
escenificar un clásico o cualquier obra extrajera, que de por sí esté tan
arraigada a un contexto y a una historia que no necesariamente nos pertenezca.
Si uno no está al tanto de estos precedentes históricos, es
muy difícil comprender el verdadero sentido de la obra, quedándonos sólo con
las coreografías, las canciones, y espectacularidad sobre todo visual de la
representación. Es aquí cuando me pregunto ¿cuál será el objetivo de remontar
un texto germano de post guerra que recrea una situación de la revolución francesa
para poner en tela de juicio un ideal revolucionario? Tomando en cuenta que el
abuso de poder y la sed de derrocamiento de quienes nos gobiernan, sigue
vigente desde que se escribió el texto hasta la actualidad; tiene sentido considerar
el hecho de que la generación recién egresada fue partícipe, de manera
voluntaria (en algunos casos y en otros no tanto) del controvertido movimiento
estudiantil del año 2011. Lamentablemente, precisamente en este sentido, el
ideal de revolución no se ve reflejado en esta puesta en escena, ya que no se
expone en ningún momento este referente, sólo escuchamos los nombres de los
personajes históricos que de no conocerlos previamente, nos suenan a la trama
de una anécdota entretenida y disparatada. Desde esta mirada, considero que
faltó darle más peso al discurso de la obra, traerla a nuestro contexto, y como
en su momento lo hizo Weiss, hablar con la referencia universal que es la revolución
francesa, sobre el propio ideal de
revolución.
Espectacularidad y energía
A pesar de esto, no puedo desmerecer la gran espectacularidad
del trabajo, tanto desde la puesta en escena, como desde las actuaciones -sobre
todo considerando el valor agregado de la interpretación de patologías-, la
música y los cantos. Es una obra que emociona inevitablemente, sobre todo por las
canciones a vivas voces en coro y en solitario, acompañadas de interesantísimas
coreografías. He aquí un valioso ejemplo de caos teatral, donde el desorden no
es azar, sino una admirable sincronía, realización de la docente y actriz Jenny
Pino, a cargo del área corporal de la misma universidad. Es una obra dinámica,
con bellos momentos visuales como resultado del diseño integral (Eva Lucía Rodríguez). Por otra parte, las composiciones musicales de
Gabriela Cáceres son un plus para la genialidad del egreso dirigido por Zeiss,
ya que desde principio a fin, no hacen más que embellecer y potenciar la
espectacularidad de la obra, personalmente, hasta hoy recuerdo el último tema
musical, al punto de ser capaz de tararearlo. En cuanto a la iluminación,
precisa, especialmente en el momento del desnudo grupal que es particularmente
hermoso, el contraste de la luz detrás de los cuerpos, logra una imagen
inolvidable.
Desde lo actoral, la obra sufrió algunos cambios de elenco
entre una tanda de funciones y otra. En la primera oportunidad que lo presencié,
las actuaciones eran dispares, notándose las diferencias en el nivel de compromiso
de los distintos intérpretes con el discurso de la obra, lo cual se hacía
visible en la creación de personaje, que en algunos casos distaba de una
creación desde el discurso y se acercaba más a una creación desde la forma
externa, más que desde una actuación comprometida. El nuevo elenco, en cambio,
muestra mayor fuerza, convicción y energía, sin embargo aún falta recuperar el
ritmo que lograba el primer elenco, un engranaje donde el caos aportaba y no
restaba al montaje. Una mezcla de ese vigor e identificación discursiva que
percibí en esta oportunidad más el ritmo de la primera, hará crecer enormemente
el trabajo.
Desde la dirección no
hay mucha búsqueda más allá de la interpretación literal del texto weissiano.
Ello se contempla en el amplio sentido de la puesta en escena, no hay una
reinterpretación. Por dar un ejemplo, no hay una utilización del recurso clave
y universal que es el referente de la revolución francesa, para hablar de otra
cosa, no del marqués, ni de Marat y su asesinato, sino del tema clave que es esencialmente
la revolución, el alzamiento de las masas alienadas, el ejercer presión hacia
la entidad institucional y sus parámetros absurdos, en fin. La esencia política
de Marat Sade, no se alcanza a
percibir, sólo nos emocionamos por la entrega de los intérpretes, el dinamismo
de las coreografías, la armonía musical y el hermoso texto de Weiss. Lo cual
evidentemente no es malo, porque uno como público disfruta, pero no pasa mucho
más allá del entretenimiento familiar.
L.C.
*Edición: Paz Francisca Soto
FICHA TÉCNICA
Egreso de la carrera de Teatro Upla
Obra: Marat Sade
Dramaturgia: Peter Weiss
Dirección: Alberto Zeiss
Elenco actual: Camila Alarcón, Karina Díaz, Daniel Riquelme, Eduardo Silva, Francisco Rojas, Karina Mercado, Mariela Laterra, Mario Ubilla, Braulio Verdejo, Francisca Zúñiga, Francisca Zapata, Paola Jerez, Paula Céspedes, Beatriz López, Esteban Cepeda, Claudio Díaz.
Diseño integral: Eva Lucía Rodríguez
Escenografía: Eva Lucía Rodríguez
Sonido/música: Gabriela Cáceres
Coreografías: Jeny Pino
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