El riesgo de la no superación de la realidad
como mero acontecimiento personal
Nacimos
para ser estrellas es el segundo montaje de Teatro La Musa presente en
la cartelera porteña. Lo interesante desde esta perspectiva, es como, la
directora Antonella Marín, se arriesga con una puesta en escena que dista mucho
en términos creativos de su primer montaje, Minifalda,
ya que a diferencia de éste, Nacimos para
ser estrellas, es una puesta en
escena basada en la utilización de la realidad como punto de partida y con el cual Marín, se aleja del ejercicio de
escuela, como es el caso de Minifalda (Mejor montaje de Festival de
teatro en pequeño formato Humberto Duvauchelle de la Universidad de Playa Ancha
(2012) y segundo lugar en Festival de Teatro Juan Barattini de la Universidad
de Valparaíso (2013)).
Se trata de una obra que trabaja con testimonios
pero que, sin embargo, no es testimonial, ni documental, o no alcanza a serlo,
simplemente por el hecho de que no existe la denuncia, lo cual es un eje clave
a la hora de trabajar con testimonios y documentos, es decir cuando se trata de
arte comprometido con la realidad.
Lo que vemos entonces es una mezcla de referentes
que no se condicen unos con otros, entre la utilización de testimonios reales,
una dramaturgia fragmentada, ausencia de la profundidad de un discurso,
utilización de proyecciones: fotografías familiares y grabación in situ del
presente de la obra, música en vivo y envasada, entre otros aspectos, mezclados
y organizados de manera forzosa, poco clara, azarosa.
No hay teatralidad en la interpretación, los
actores, Francisca Zúñiga, Nely Carrasco, Daniel Álvarez, Pedro Fuentes y
Andrés Hernández, son ellos mismos narrando sus historias, es decir no hay
construcción de personaje, no obstante, existe por momentos una sobre
interpretación de sí mismos, lapsus donde esta búsqueda de la verdad se pierde,
se confunde.
Se nota la intención de trabajar con la realidad de
los actores, de su posición en el contexto que implica ser actor hoy en día,
pero desde el discurso, la denuncia social, política y/o cultural, falta
profundidad, lo cual provoca que los relatos biográficos, por más que formen
parte de una historia no oficial, queden ineludiblemente como la mera anécdota
de una experiencia personal, familiar, individual.
No se entiende el aporte o la decisión que radica en
la existencia de una diferencia de edad entre los actores, no se comprende que
en el montaje exista una mayoría de actores perteneciente a una generación y
sólo uno sea mayor que el resto (Andrés Hernández), detalle que demuestra lo
azaroso de las decisiones escénicas.
“Años 90,
Nacimos para ser estrellas”, referente y base de la creación escénica
Años noventa, Nacimos para ser estrellas, es una
obra de la compañía de teatro española La Tristura que tuvo lugar a fines de la
década recién pasada en la cartelera madrileña. La dramaturgia pertenece a
Pablo Fidalgo y Celso Giménez, y aunque en ella se exploten situaciones como
confesiones de amor, sueños y aspiraciones, les sirve de pretexto para exponer
la realidad de una generación marcada por un contexto específico que parte con
la caída del muro de Berlín (1989) y culmina con el ataque a las torres gemelas
(2002). Así comienzan y así terminan los años noventa, con eventos que marcan
la historia universal y que ineludiblemente perturban el universo personal de
cada individuo. Desde esta referencia parte el proceso creativo de Teatro La
Musa. No obstante, en este caso, la acción pública no es clara, se prioriza la
historia de amor como discurso, quedando como un tipo de representación
anecdótica, casi como de autoayuda, incluso narcisista, apareciendo entonces un
tipo de actuación que también parece narcisista, donde lo más importante parece
ser la vida personal del actor. Entonces se pierde el sentido de la acción
pública, del testimonio, del gesto político que implica trabajar con la
realidad. No olvidemos que todo teatro es político: […] todo el teatro es necesariamente político, porque políticas son
todas las actividades del ser humano y el teatro es una de ellas. Quienes
intentan separarlo de la política tratan de inducirnos a un error, y ésta es
una actitud política.[i] Desde esta perspectiva, insisto que Teatro La
Musa no se hace cargo de la utilización de la realidad como recurso ya que Nacimos para ser estrellas, sólo se
trata de confesiones de amor, narraciones de historias, con canciones de los
noventa y actuales, como una especie de serenatas que sirven de acompañamiento
de las anécdotas que se comparten. Un collage de referentes que no se
completan, si no que más bien, se aprecian fragmentados. Entonces uno sale del
teatro con el único aporte de conocer más sobre la vida personal de los
actores, algo parecido a esos programas de televisión donde te muestran la
biografía de los famosos, pero en este caso, el teatro es la plataforma de
exposición de la vida de personas que soñaron con ser famosos, estrellas. Desde
este punto, aparece un poco la crítica, o bien autocrítica reflexionando sobre
qué esperamos de ser actores, de la fama o de ser estrellas, sin embargo la
reflexión en torno a lo que se presencia sigue quedando superflua. Falta
concretar la dirección del discurso y de la crítica que se propone para que
exista una superación de la anécdota como mero acontecimiento personal.
¿Ser una
estrella es lo mismo que ser un súper héroe?
Esta fue una pregunta que rondó mis pensamientos
durante toda la extensión del segundo trabajo escénico de Teatro La Musa. Desde
el referente universal y en especial occidental comprendemos la figura del
súper héroe como aquel ente o persona con súper poderes capaz de resguardar el
orden público, bajo una identidad secreta. Por otra parte, la idea de ser una
estrella, tiene que ver con la ambición de una fama, de ser reconocidos y queridos por otros, precisamente por un
gran número de personas, lo cual implica una máxima exposición pública. La
única relación que logro vislumbrar entre ambas figuras es la connotación de
ícono, como imagen viva, legendaria, trascendente en el tiempo, como persona
real que gozó de fama o reconocimiento, o bien como caricatura o personaje de
historietas que no cesa de existir en el inconsciente colectivo de occidente.
La relación entre ambos aspectos: ser una estrella y ser un súper héroe, se
unen desde el mismo enfoque narcisista que aprecio en el tratamiento de la
dirección de actores, aludiendo al deseo de éxito artístico, desde un plano más
bien individualista.
En definitiva, Nacimos para ser estrellas de
Teatro La Musa, es una puesta en escena catalogable de narcisista, en la cual
se podrá conocer anécdotas de la vida personal de sus intérpretes - en
particular historias de amor - acompañadas de música en vivo y de la proyección
visual de álbumes familiares. Quizá la búsqueda de Teatro La Musa es
precisamente encontrar desde la individualidad del actor/actriz aquello que les
moviliza para seguir creando, y ello no quiere decir que esté mal, nunca hay
errores cuando se trata de crear una obra de arte, sin embargo no comparto el
tratamiento que hacen con la realidad (testimonios, documentos, biografías…),
carente de lo que movilizaba a los primeros documentalistas del siglo pasado:
la denuncia política, social, cultural en pro de la conservación de una
historia no oficial.
L.C.
*Edición: Paz Francisca Soto
FICHA TÉCNICA
Obra: Nacimos para ser estrellas
Compañía: Teatro La Musa
Dirección: Antonella Marín
Asistente de dirección: Génesis Irribarra
Dramaturgia: Basado en “Años 90, nacimos para ser
estrellas” de Pablo Fidalgo y Celso Giménez.
INTÉRPRETES: Francisca Zúñiga, Nely Carrasco, Pedro
Fuentes, Daniel Álvarez, Andrés Hernández.
Diseño integral: Teatro La Musa
Arte: Loreto Quintero
Construcción escenográfica: Miguel Alvayay
Fotografía: Enrico Marín
Audiovisual: Gabriel Bravo
Producción general: Antonella Marín y Génesis
Irribarra