La soberanía del hogar
La Amorosa Madre es el primer montaje de la compañía La
Dis/gusto Teatro, que en sus inicios es presentado en el 1° Festival de Teatro
en Pequeño Formato Humberto Duvauchelle (2012), organizado por alumnos de la
Escuela de Teatro de la Universidad de Playa Ancha, ocasión en que obtuvieron
la distinción a la mejor dramaturgia y donde pude apreciar este trabajo en su
etapa inicial. Al presente, ya no se trata de una obra de pequeño formato como
lo fue en ese entonces, si no que es un montaje profesional que encarna por lo
menos tres temporadas en distintas salas de la quinta región.
El
montaje, dirigido por Amanda Puentes, es una puesta en escena expresionista, ya
que a través de elementos o situaciones específicas llevadas al extremo,
reflejan nuestra realidad nacional de manera clara y muy bien explotada. Un
pequeño universo, con apenas dos personajes, una madre y su hija, extrapolados hacia
la construcción poética de un pequeño trozo de nuestro país, una clase social,
la relación con la madre patria y sus hijos huachos… Un trozo de identidad
simbolizado en esta especie de animita escenificada como un duelo por la
identidad nacional perdida o que hemos dejado ir al más allá.
La
Madre, Bárbara Asenjo, es un personaje muy interesante tanto en su construcción
visual, como en su amplio espectro de creación de sentido. La Madre, no sólo
como progenitora, sino como la educadora, la autoridad, la patria, la herencia,
en fin, la imagen maternal como una imposición, es decir, como la
institucionalización humanizada a través de esta madre conservadora, machista,
arribista e incluso paternalista, ¿no es si no la madre patria de la que
algunos renegamos o con la que intentamos no identificarnos? Una madre que debe
mostrarse en crisis –en silla de ruedas–, para inspirar en sus hijos la
compasión necesaria para conservar su soberanía. Una madre que encierra a sus
hijos para su conveniencia, en un universo sobre protector, cómodo e
incuestionable.
La
Hija, Carola Ambler, huacha de padre, me recuerda mucho la visión de Gabriel
Salazar en su texto, Ser huacho en Chile,
desde el sentido histórico que refleja este personaje. La humanización del
resentimiento, del miedo, del aburrimiento, de un criollismo cínico que se
arrastra como la lepra. Una hija subordinada a la orden de su madre y enlutada
por el abandono de su padre. Una mujer que es tratada como un ser inferior sólo
por su condición sucesora. Encerrada en la idealización de un patriotismo
instaurado por su madre, y curiosa por un Chile que grita protestando en la
calle y que no tiene nada que ver con la soberanía de esta amorosa madre. Es
muy interesante esta dualidad entre lo
que pasa dentro del hogar –en escena– y fuera de él –el discurso de la obra–.
Es este personaje que nos hace viajar entre un espacio y otro: dentro y fuera o
a través de este Chile divido en dos.
El universo bizarro de David
Lynch, como precedente visual
Tanto
desde un sentido expresionista como bizarro, La Amorosa Madre, trae a escena una atmósfera estremecedora,
cargada de tensión, sarcasmo y humor grotesco, ya sea a través de la extrañeza
de particulares situaciones como de la relación entre sus protagonistas. La
oscuridad de un hogar porteño que a su vez está lleno de colores, traen a
escena una gran similitud con una escena particular del film Eraserhead (Cabeza de borrador) del cineasta norteamericano. El momento en que
el protagonista es invitado a cenar a la casa de la que sería su prometida.
Cuadro que destaco y comparo con la ópera prima de La Dis/Gusto Teatro, por el
trabajo con los silencios, la peligrosidad de situaciones extrañas, como una
suerte de amenaza hacia el orden natural del comportamiento humano y/o animal.
Ese sentimiento que nos hace preguntarnos “¿qué está haciendo?”, permite un
despertar del inconsciente que es capaz de mostrarnos aquello de lo que nos
avergonzamos y que, si hacemos un esfuerzo, podremos identificar muy bien,
aunque no sea de manera intelectual o razonable. La rareza, o lo bizarro crea
una sensación que no siempre es detectable por la razón, si no por la emoción y
desde ahí nos identificamos. Es en este sentido que observo esta asimilación,
la cual en ambos casos aprecio como un reflejo extrapolado y sarcástico de la
realidad oculta y oscura de la condición humana, americana, occidentalizada. Aunque
Eraserhead es, a propósito, en blanco
y negro, en La Amorosa Madre hay
muchos colores, al puro estilo latinoamericano y en especial chileno. Cabe
mencionar que en el caso esta obra de teatro no estamos necesariamente frente a
una puesta surrealista, como es el caso del film lyncheano.
La animita, un signo doblegado
En
esta puesta en escena podemos ver dos animitas o una sola desplegada. Pliegues que
permiten apreciar el significado de este signo en un amplio espectro de
posibilidades. A un costado derecho del escenario, una animita como tal, muy
iluminada, con la pequeña figura de una virgen y fotos que inspiran el recuerdo
de un padre muerto, duelo que a lo largo del relato dramatúrgico, comprendemos como
incierto. El otro pliegue es el más expuesto y encubierto por así decirlo: el
espacio escénico en sí mismo es lo que parece ser una animita tamaño gigante,
donde los personajes vagan como si fueran ánimas perdidas entre lo que piensan,
sienten, viven y recuerdan: la estirpe chilena perdida en la ignorancia, la
muerte, el huacho histórico, el duelo por la identidad, el abandono del padre,
el abandono del estado. El signo doblegado, entre la animita maqueta y la
animita tamaño natural. Desde esta perspectiva destaco la unificación acertada
entre la dramaturgia, la dirección y el diseño integral. Estas tres aristas de
la creación escénica aparecen vivas y muy bien direccionadas hacia un discurso
y poética atractivos e interesantes. Aparece un lenguaje y propuesta sobre el
escenario donde: hay riesgo y mucha sensibilidad. Sin embargo, desde la
actuación falta esa unión, o bien ese complemento con las otras tres aristas
mencionadas. Queda debiendo desde el punto de vista del compromiso convivial,
ya que en cuanto a construcción de personajes, ambas propuestas me parecen
correctas y muy acorde al total de la puesta en escena, no obstante falta
explotar dichas propuestas desde la interpretación que por momentos es
lánguida, perdiendo la solidez que evidentemente podría tener. A pesar de esto,
La Amorosa Madre, no deja de ser un
montaje muy interesante dentro la escena porteña emergente, que no puedo dejar
de mencionar como uno de mis favoritos en el último tiempo.
L.C.
*Edición: Paz Francisca Soto
FICHA TÉCNICA
Compañía: La Dis/Gusto Teatro
Obra: La Amorosa Madre
Dirección: Amanda Puentes
Dramaturgia: Carola Ambler, Amanda Puentes
Elenco: Bárbara Asenjo, Carola Amler
Diseño: Paz Francisca Soto
Asistencia Técnica: María José Manríquez, Margarita Reyes
Muchas gracias KritikanteSerendipia, bonitas, consistentes, constructivas y sinceras palabras.
ResponderBorrarEsto no nos dis/gusta :)
es un honor queridas :)
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