domingo, 10 de agosto de 2014

NACIMOS PARA SER ESTRELLAS


El riesgo de la no superación de la realidad como mero acontecimiento personal






Nacimos para ser estrellas es el segundo montaje de Teatro La Musa presente en la cartelera porteña. Lo interesante desde esta perspectiva, es como, la directora Antonella Marín, se arriesga con una puesta en escena que dista mucho en términos creativos de su primer montaje, Minifalda, ya que a diferencia de éste, Nacimos para ser estrellas, es una  puesta en escena basada en la utilización de la realidad como punto de partida y con  el cual Marín, se aleja del ejercicio de escuela, como es el caso de  Minifalda (Mejor montaje de Festival de teatro en pequeño formato Humberto Duvauchelle de la Universidad de Playa Ancha (2012) y segundo lugar en Festival de Teatro Juan Barattini de la Universidad de Valparaíso (2013)).
Se trata de una obra que trabaja con testimonios pero que, sin embargo, no es testimonial, ni documental, o no alcanza a serlo, simplemente por el hecho de que no existe la denuncia, lo cual es un eje clave a la hora de trabajar con testimonios y documentos, es decir cuando se trata de arte comprometido con la realidad.
Lo que vemos entonces es una mezcla de referentes que no se condicen unos con otros, entre la utilización de testimonios reales, una dramaturgia fragmentada, ausencia de la profundidad de un discurso, utilización de proyecciones: fotografías familiares y grabación in situ del presente de la obra, música en vivo y envasada, entre otros aspectos, mezclados y organizados de manera forzosa, poco clara, azarosa.
No hay teatralidad en la interpretación, los actores, Francisca Zúñiga, Nely Carrasco, Daniel Álvarez, Pedro Fuentes y Andrés Hernández, son ellos mismos narrando sus historias, es decir no hay construcción de personaje, no obstante, existe por momentos una sobre interpretación de sí mismos, lapsus donde esta búsqueda de la verdad se pierde, se confunde.
Se nota la intención de trabajar con la realidad de los actores, de su posición en el contexto que implica ser actor hoy en día, pero desde el discurso, la denuncia social, política y/o cultural, falta profundidad, lo cual provoca que los relatos biográficos, por más que formen parte de una historia no oficial, queden ineludiblemente como la mera anécdota de una experiencia personal, familiar, individual.
No se entiende el aporte o la decisión que radica en la existencia de una diferencia de edad entre los actores, no se comprende que en el montaje exista una mayoría de actores perteneciente a una generación y sólo uno sea mayor que el resto (Andrés Hernández), detalle que demuestra lo azaroso de las decisiones escénicas.

“Años 90, Nacimos para ser estrellas”, referente y base de la creación escénica

Años noventa, Nacimos para ser estrellas, es una obra de la compañía de teatro española La Tristura que tuvo lugar a fines de la década recién pasada en la cartelera madrileña. La dramaturgia pertenece a Pablo Fidalgo y Celso Giménez, y aunque en ella se exploten situaciones como confesiones de amor, sueños y aspiraciones, les sirve de pretexto para exponer la realidad de una generación marcada por un contexto específico que parte con la caída del muro de Berlín (1989) y culmina con el ataque a las torres gemelas (2002). Así comienzan y así terminan los años noventa, con eventos que marcan la historia universal y que ineludiblemente perturban el universo personal de cada individuo. Desde esta referencia parte el proceso creativo de Teatro La Musa. No obstante, en este caso, la acción pública no es clara, se prioriza la historia de amor como discurso, quedando como un tipo de representación anecdótica, casi como de autoayuda, incluso narcisista, apareciendo entonces un tipo de actuación que también parece narcisista, donde lo más importante parece ser la vida personal del actor. Entonces se pierde el sentido de la acción pública, del testimonio, del gesto político que implica trabajar con la realidad. No olvidemos que todo teatro es político: […] todo el teatro es necesariamente político, porque políticas son todas las actividades del ser humano y el teatro es una de ellas. Quienes intentan separarlo de la política tratan de inducirnos a un error, y ésta es una actitud política.[i]  Desde esta perspectiva, insisto que Teatro La Musa no se hace cargo de la utilización de la realidad como recurso ya que Nacimos para ser estrellas, sólo se trata de confesiones de amor, narraciones de historias, con canciones de los noventa y actuales, como una especie de serenatas que sirven de acompañamiento de las anécdotas que se comparten. Un collage de referentes que no se completan, si no que más bien, se aprecian fragmentados. Entonces uno sale del teatro con el único aporte de conocer más sobre la vida personal de los actores, algo parecido a esos programas de televisión donde te muestran la biografía de los famosos, pero en este caso, el teatro es la plataforma de exposición de la vida de personas que soñaron con ser famosos, estrellas. Desde este punto, aparece un poco la crítica, o bien autocrítica reflexionando sobre qué esperamos de ser actores, de la fama o de ser estrellas, sin embargo la reflexión en torno a lo que se presencia sigue quedando superflua. Falta concretar la dirección del discurso y de la crítica que se propone para que exista una superación de la anécdota como mero acontecimiento personal.

¿Ser una estrella es lo mismo que ser un súper héroe?

Esta fue una pregunta que rondó mis pensamientos durante toda la extensión del segundo trabajo escénico de Teatro La Musa. Desde el referente universal y en especial occidental comprendemos la figura del súper héroe como aquel ente o persona con súper poderes capaz de resguardar el orden público, bajo una identidad secreta. Por otra parte, la idea de ser una estrella, tiene que ver con la ambición de una fama, de ser reconocidos  y queridos por otros, precisamente por un gran número de personas, lo cual implica una máxima exposición pública. La única relación que logro vislumbrar entre ambas figuras es la connotación de ícono, como imagen viva, legendaria, trascendente en el tiempo, como persona real que gozó de fama o reconocimiento, o bien como caricatura o personaje de historietas que no cesa de existir en el inconsciente colectivo de occidente. La relación entre ambos aspectos: ser una estrella y ser un súper héroe, se unen desde el mismo enfoque narcisista que aprecio en el tratamiento de la dirección de actores, aludiendo al deseo de éxito artístico, desde un plano más bien individualista.
En definitiva, Nacimos para ser estrellas de Teatro La Musa, es una puesta en escena catalogable de narcisista, en la cual se podrá conocer anécdotas de la vida personal de sus intérpretes - en particular historias de amor - acompañadas de música en vivo y de la proyección visual de álbumes familiares. Quizá la búsqueda de Teatro La Musa es precisamente encontrar desde la individualidad del actor/actriz aquello que les moviliza para seguir creando, y ello no quiere decir que esté mal, nunca hay errores cuando se trata de crear una obra de arte, sin embargo no comparto el tratamiento que hacen con la realidad (testimonios, documentos, biografías…), carente de lo que movilizaba a los primeros documentalistas del siglo pasado: la denuncia política, social, cultural en pro de la conservación de una historia no oficial.
L.C.



*Edición: Paz Francisca Soto
 
FICHA TÉCNICA
Obra: Nacimos para ser estrellas
Compañía: Teatro La Musa
Dirección: Antonella Marín
Asistente de dirección: Génesis Irribarra
Dramaturgia: Basado en “Años 90, nacimos para ser estrellas” de Pablo Fidalgo y Celso Giménez.
INTÉRPRETES: Francisca Zúñiga, Nely Carrasco, Pedro Fuentes, Daniel Álvarez, Andrés Hernández.
Diseño integral: Teatro La Musa
Arte: Loreto Quintero
Construcción escenográfica: Miguel Alvayay
Fotografía: Enrico Marín
Audiovisual: Gabriel Bravo
Producción general: Antonella Marín y Génesis Irribarra





[i] Augusto Boal: Teatro del Oprimido, Ed. Alba, España, 2009, p.11

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