martes, 3 de junio de 2014

CICLO DE TEATRO EN PEQUEÑO FORMATO




El evento fue realizado en abril pasado en la Sala Negra de la Escuela de Teatro de la Universidad de Valparaíso con los montajes: Minifalda de Teatro La Musa y Muda-nza/un viaje sin correcciones de Raíz Teatro; ambas muestras fueron seleccionadas dentro del Festival de Teatro en Pequeño Formato Humberto Duvauchelle, organizado por estudiantes de Teatro de la Universidad de Playa Ancha, siendo seleccionados entre las tres mejores muestras de cada año (2012 y 2013 respectivamente).
El amor fue la temática que unió a las dos pequeñas obras, cada una abarcando el mismo tema, desde puntos de creación distantes, usando como punto de partida por una parte, el discurso, y por otra la puesta en escena.

La iniciativa de generar este 
tipo de instancias, donde el público está en presencia de una especie de varieté teatral, con el espacio para comentar entre una muestra y otra, como un pequeño evento social que abre la invitación al esparcimiento del fin de semana porteño, me parece interesante y destacable. Iniciativa plausible, que espero se siga repitiendo.






MUDA-NZA
Un viaje sin correcciones

Una poética de la introspección y metáfora escénica



Es complicado hablar desde la objetividad, sobre todo cuando parte de este trabajo me involucra emocional y creativamente ya que formo parte de la creación de textos en relación a una experiencia personal, pero a petición de Raíz Teatro, haré el intento.
Muda-nza/un viaje sin correcciones, es una metáfora en el amplio sentido del término. El diseño integral, la palabra, la musicalidad y la corporalidad de los actores, todo quiere decir algo más allá de la primera percepción, como metáfora, todo está en lugar de algo más, de otro significado o de muchos significados. Esto vuelve complejo el entendimiento del discurso por momentos, entre la densidad de la palabra y la simbología visual. Sin embargo es un trabajo muy sensible, desde la interpretación actoral y los extensos relatos o confesiones introspectivas, es decir hay una búsqueda humana que desde la dirección, de Francisco Rojas, ambiciona una recepción del público más emotiva que racional. Al presenciar el primer trabajo escénico de Raíz Teatro estamos ante una mezcla de poesía, cuerpo y lágrimas.
Este montaje cuenta con enérgicas y comprometidas interpretaciones tanto en las actuaciones de Natalia Silva y Braulio Verdejo, como en la ejecución de la música en vivo por Edison Argandoña.
Respecto a la iluminación, destacan la utilización de dispositivos como data show y diapositivas, lo cual contribuye favorablemente en la composición de la atmósfera y espacio escénico.
La estructura está dispuesta en base a dos monólogos internos, el de él (Braulio Verdejo) y el de ella (Natalia Silva). Una pareja de enamorados que puede ser cualquiera o todas las que han existido. No existen entonces personajes determinados en este montaje, el objetivo es otro: la identificación humana o dicho a la usanza clásica, la catarsis. Los intérpretes juegan un rol en pro de una historia que necesita ser contada, pudiendo ser real o ficticia, lo que importa aquí es la confesión, una introspección pública, por llamarlo de algún modo.
A pesar de lo extenso de algunos monólogos, la historia fluye y corre dolorosamente hacia el final, que ya conocemos desde el principio. En el fondo estamos en presencia de la tempestuosa separación de dos personas, en una especie de presente detenido, en el cual cada lado de la relación, expresa sus temores, pesares, recuerdos y alientos: todo aquello que les ocasiona separarse. Es por esta razón que considero que se trata de una introspección pública, lo que muchas veces sentimos, pero que pocas veces nos atrevemos a decir o a detenernos a escuchar.

Michel Gondry y el mundo onírico
Resulta imposible, en caso de conocer el film, no evocar  Eternal sunshine of the spotless mind, del cineasta francés Michel Gondry. Rescato en particular esta referencia, por la fuerte carga onírica en Muda-nza, sobre todo en el aspecto visual: cáscaras de naranja repartidas en el suelo, que además completan el paisaje que se proyecta constantemente: mar y arena. Entonces la iluminación cumple un rol trascendental en la puesta en escena, ya que a través de ella, muchas de las metáforas visuales se complementan, como es el caso de la arena y las cáscaras de naranja repartidas en el suelo: arena de naranjas o naranjas de arena, la media naranja, la playa, el horizonte, los cuerpos semidesnudos, las confesiones, la melancolía del mar, la soledad, los perros, un baño de mar que limpia y sana cualquier mal… etcétera. Una infinidad de signos, unos más claros que otros podemos desprender de este lenguaje escénico basado en una figura literaria como la metáfora.
Un texto del inicio dice “dejemos que la cinta corra…” una cinta de video o de música, o ambas sincrónicamente corren hacia el desenlace, como en un video clip. Es interesante esta búsqueda que se propone el director, desde el detalle cinematográfico, hacia la condición experiencial de la música en vivo, conviviendo armónicamente en la puesta en escena, y aunque recursos cinematográficos y musicales son parte importante de esta propuesta, no estamos frente a una pieza fílmica, estamos ante esta especie de paralización del tiempo, como un estado elevado de los personajes hacia la consolidación del fin. Vemos al actor, Braulio Verdejo, doblegado por una parte en el espacio proyectado y por otra in situ, un intento de mezclar lenguajes en pro de encontrar un lenguaje propio, hacia el encuentro de la propia poética de la introspección o de la metáfora escénica.

La difícil relación entre la poesía y el teatro
La poesía y el teatro son para mí dos formas de creación que disfruto ejercer. Una la practico desde hace más tiempo que la otra, sin embargo, por mi propia experiencia he llegado a la conclusión que la relación entre ambas muchas veces pareciese ser incompatible. Cuando un poema es escenificado, el significado semiótico suele ser tan amplio y a la vez tan particular que el director entiende una cosa, el actor interpreta otra y el espectador percibe otra más, entonces el mensaje siempre está en riesgo de sucumbir en la ambigüedad de sentido. Desde esta perspectiva el lenguaje o los códigos escénicos que se utilicen, deberían contribuir en la construcción de sentido en pro de la recepción del mensaje o del discurso. Lo mismo puede ocurrir en el caso contrario, cuando desde la escena se propone poetizar el diseño integral, entonces el texto que se utilice debería facilitar la recepción del mensaje o discurso. Es aún más dificultoso cuando además del diseño integral, el texto dramático también tiene fuertes rasgos líricos. Por esta razón el primer montaje de Raíz teatro propone una arriesgada y ambiciosa orientación del lenguaje escénico, ya que utilizan un espacio onírico, textos poéticos, imágenes simbólicas. Metáfora sobre metáfora, poesía sobre poesía. Es un viaje bellísimo, pero en la mitad se agota. Nos emocionamos hasta las lágrimas y después seguimos igual. Es en este punto en donde cae la propuesta, falta ese quiebre, o el factor sorpresa que distingue al teatro, esa magia que hace que nos olvidemos del cotidiano. El contraste entre lo real y lo ficticio, entre lo que reconocemos como cotidianeidad y lo inesperadamente mágico o irreal. Lo que da dinamismo en las escenificaciones, es precisamente este quiebre entre una cosa y otra. Es por esta razón que a pesar de la belleza y sensibilidad de Muda-nza, la apuesta que logra buenos resultados de la percepción emotiva, sigue siendo una apuesta que como recurso, se agota.
L.C.



*Edición: Paz Francisca Soto




FICHA TÉCNICA
Compañía: Raíz Teatro
Obra: Muda-nza/Un viaje sin correciones
Dramaturgia: Francisco Rojas, Constanza Carlesi
Dirección: Francisco Rojas
Elenco: Natalia Silva, Braulio Verdejo
Diseño integral: Francisco Rojas 
Creación musical: Edison Argandoña
Técnico: Omar Rivera






MINIFALDA
Una oda a nuestro género




Minifalda es un pequeño espectáculo teatral, en homenaje a la aparición de esta prenda de vestir en los años sesenta. No sabemos muy bien si es en nuestro país o en otro, lo que parece importar más es la connotación simbólica de su aparición, a favor de la reivindicación de nuestro género.
La mismísima Coco Chanel, en su momento catalogó la minifalda como una aberración para el alta costura. Parece difícil de creer tomando en cuenta que actualmente esta prenda de vestir forma parte esencial del clóset de gran porcentaje de la población femenina de todo el mundo. Desde este punto de vista es que logro comprender el afán de Teatro La Musa de retroceder en el tiempo. Una búsqueda que parte desde las admiraciones hacia la belleza femenina y la moda, ligadas a una idea de revolución.
Es la puesta en escena de un monólogo de aproximadamente treinta minutos, en el cual la actriz Francisca Zúñiga interpreta a una mujer que toma la osada decisión de empezar a usar su minifalda. Una mujer felizmente casada, acostumbrada a las labores domésticas, un día siente curiosidad por la moda, el cigarrillo y otras cosas que para su entorno son reprochables, pero que valientemente se atreve a desafiar. De paso narra todo lo que ello conlleva, la desaprobación de su pareja (como figura autoritaria) y las miradas quisquillosas de un entorno predominantemente machista.
Esta mujer que viste evidentemente a la moda, teme por sobre todas las cosas la reprobación de su marido y no hay duda de que en aquellos tiempos muchas mujeres en todo el mundo tuvieron que enfrentarse a sus parejas con estos resquemores.
Resulta inquietante el hecho de que la figura masculina, interpretada por Andrés Hernández, permanezca en silencio en sus únicas dos intervenciones, al inicio y al final de la obra. El poder, el inquisidor, el padre, el patriarca.
Sin embargo considero que la temática de esta obra se ve reducida sólo a una idea de revolución, ya que tanto la aparición de la minifalda, como la del pantalón femenino, como el uso de anticonceptivos, la lavadora automática, los pañales desechables, entre otros avances tecnológicos, significaron para la existencia de la mujer, un paso hacia adelante en la reivindicación del género. Puesto que ya no era necesario dedicarle tantas horas a las labores domésticas o ya no quedaban embarazadas cada vez que tenían relaciones sexuales, reduciendo significativamente la cantidad de hijos por criar, por dar un par de ejemplos.
A lo que quiero apuntar es que éste monólogo, a pesar de que fluye como relato, queda en deuda con el discurso que propone, quedando sólo como una anécdota del pasado, o como una oda hacia la mujer y su minifalda. La aparición de este tipo de falda significa mucho para la reivindicación de nuestro género, tanto desde ideales feministas como desde su posicionamiento luego de las dos guerras mundiales. Hay una lucha que empezó a gestarse en los años cuarenta con figuras como Simone de Beauvoir, o como Virginia Woolf, por mencionar algunas. Lucha que en los años sesenta, se vio favorecida por un contexto de post guerra, donde el alzamiento político social del período conocido como guerra fría, acoge favorablemente el posicionamiento del género femenino. La minifalda habla y muestra esto con intensidad, pero lo que ella nos dice no es tomado y usado dentro de la puesta en escena, muy poco de este espíritu aparece en el primer montaje de Teatro La Musa, y por esta razón es que la minifalda no alcanza a sostenerse con la carga semiótica y política que podría tener, quedando como la anécdota de una época pasada, como el recuerdo, debilitándose el recurso y la necesidad de retroceder en el tiempo.


Lo “teatral” no siempre es sinónimo de teatralidad.

Cuando se dice que una actuación es muy “teatral”, no siempre es algo positivo dentro de los códigos escénicos. Cuando el término es utilizado en forma peyorativa, nos referimos a una interpretación carente de verdad. Según el significado etimológico, el término teatralidad (homo-teatralis), tiene que ver con la capacidad de organizar la mirada de los otros[1]. Por lo tanto la teatralidad es algo que podemos observar día a día en nuestro entorno, de modo que cuando uno hace teatro o interpreta un personaje, hace un uso  creativo de esta teatralidad sobre el escenario, constituyéndose un mundo paralelo al mundo[2]. En cambio cuando en vez de hacer un uso de la teatralidad, interpretamos a partir de una idealización de ésta, por lo general caemos en una sobre-actuación. Es en este sentido que la expresión: “teatral”, se utiliza en forma peyorativa para referirse a una manera de actuar.
Retomando la obra en cuestión y tomando en cuenta estas previas acepciones sobre la actuación, el desempeño de Francisca Zúñiga se muestra firme, delicado y entretenido, aunque por momentos tal delicadeza se confunda con un exceso de forma “teatral”. No obstante ella lo disfruta y de alguna manera, logra que nosotros disfrutemos con ella. Pero a pesar de esto el modo declamativo que adopta, como quien recitara un poema (vicio actoral más conocido como sonsonete), sume su interpretación en una monotonía sonora, lo cual es muy riesgoso considerando que se trata precisamente de un monólogo.
En cuanto al diseño integral, considero que es correcto, visualmente evidente, no exploran mucho más allá del imaginario colectivo del contexto sesentero. Porque no hay una búsqueda que se separe del referente universal, por lo tanto desde el ámbito creativo, el diseño integral es bastante plano. Se vuelve complejo retroceder en el tiempo de manera tan representativa o tan apegada al plano real, ya que deja poco para el acto interpretativo del espectador, pudiendo caer en esta idealización de lo teatral, como la réplica casi exacta de la vida. Sólo por el hecho de estar sobre el escenario, estamos componiendo ficción y el público es quien termina de completar el significado. El cine y la televisión, desde su invención, han tomado una ventaja inalcanzable recreando la vida de forma fidedigna, es por esta razón que se hace necesaria una reinvención de la realidad a través del teatro, un mundo paralelo al mundo. No quiere decir que el realismo esté obsoleto, en absoluto, pero incluso en este estilo, existen diversas posibilidades para reconstruir la realidad, sólo se espera un poco más de trabajo creativo, por lo menos en el caso de nuestra disciplina. Siempre de cómo uno resuelve la póiesis (creación de sentido) de un mundo paralelo al mundo, depende el encantamiento, o la seducción hacia el espectador, la organización de su mirada, la teatralidad.

A pesar de las deficiencias discursivas de la dramaturgia y puesta en escena,  no deja de ser una pieza dinámica, agradable y entretenida. Avanza y nos hace reencontrarnos con un pasado que se proyecta al presente como una lucha interminable, predominando la anécdota como punto fuerte del espectáculo. El hecho particular de la aparición de la minifalda, más de rememorar el principio de una revolución, predomina como una idealización de la mujer moderna, por ello constato que Minifalda es una oda a nuestro género, porque nos habla desde este ideal femenino, desde la ensoñación de un pasado o una etapa superada.
L.C.

FICHA TÉCNICA
Compañía: Teatro La Musa
Obra: Minifalda
Dirección y dramaturgia: Antonella Marín
Asistente de dirección: Nely Carrasco
Elenco: Francisca Zúñiga, Andrés Hernández
Diseño integral: Teatro La Musa






[1] Jorge Dubatti, Seminario de Crítica Teatral, Facultad de Artes de la Universidad de Playa Ancha, 2013
[2] Ibídem.

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